
Salgado Macedonio: sé que no puedo ser candidato
Oaxaca, Oax. 09 de octubre de 2012 (Quadratín).-Las condiciones por las que atraviesa el Partido Revolucionario Institucional (PRI) como próximo partido político que encabezará el Gobierno de la República despierta fundadas especulaciones. Algunos airados por el pesimismo que dejó las últimas experiencias de gobierno; otros orientados por el cortoplacismo que centra su análisis en las consecuencias en el arribo al poder que se traducirá en un reposicionamiento electoral; y habemos quienes insistimos en un realineamiento ideológico, que inspire un comportamiento responsable.
ORIGEN. El PRI es el partido político legendario en la política mexicana. El instituto político que carga con una buena parte de los males que socialmente se le endilgan al quehacer político. El revolucionario institucional es un partido que fue creado para dar un cauce de entendimiento al México post-revolucionario que carecía de consenso y proyecto de futuro en un contexto de inestabilidad política. Una tarea difícil que sólo fue resuelta con la inclusión de las diversas ideologías, sectores y las organizaciones sociales más influyentes de aquella época, unidos a través de un diseño político doctrinario que respondía a los fundamentos de la crispación social: Instituciones y Reforma social. Las voces de las ligas campesinas, las organizaciones obreras y los empleados evidenciaron en un inicio el respaldo popular a un partido político nacional que coincidían en una misma lógica de partido porque las decisiones no eran coyunturales, los roles y sus estatutos fueron respetados hasta conseguir la reformulación de los métodos para conciliar la revolución en el presente y futuro, de ahí viene el lema de Democracia y Justicia social. Habrá que reconocer con todo y los bemoles característicos de sus circunstancias, el PRI tuvo gobiernos exitosos, particularmente los pertenecientes a aquella etapa de crecimiento económico sostenido, mejor conocida como El Milagro Mexicano (1940 a 1970).
DECADENCIA. Parto de la idea de que la percepción ciudadana del PRI es muy semejante a cuando el partido hegemónico fue derrotado en las urnas. La razón principal esta relacionada con el distanciamiento del revolucionario institucional con sus orígenes y la desmedida concentración de poder en un grupo político con una orientación ideológica diferente a las causas escenciales del partido. Con mayor claridad se percibe en el sexenio de Miguel de la Madrid, quién debilitó al revolucionario institucional cuando permitió el arribo de los tecnócratas a los cargos de dirigencia política, abandonando el proyecto nacionalista. Éste acontecimiento es el punto de quiebre del tricolor, el origen de la decadencia de su clase política y el distanciamiento con la sociedad mexicana. Así mismo se vió en la posición que el PRI mantuvo en estos 12 años de gobiernos panistas, un periodo de inconsistencia ideológica que le permitió transitar desde el confort de la oposición con las ventajas de no engullir el amargo costo político de gobernar. El revolucionario institucional jamás fue desplazado del poder, convenientemente amoldó su ideología a las circunstancias y co gobernó con la administración panista desde las entidades, municipios, las bancadas parlamentarias y los liderazgos sindicales. Supo imponer sus condiciones desde esa comodidad mal concebida, que por un lado ahorra desgaste, pero por el otro, sentencia con la desconfianza social por no responder ni fijar posición en los principales temas de la agenda nacional.
PEÑA Y EL PRI. El revolucionario institucional regresa a ocupar la Presidencia de la República en medio de severos cuestionamientos, vuelve del exilio presidencial despúes de 12 años de la fallida alternancia, retorna con una losa mucho más pesada que cuando se fue. Los errores del PAN lo traen de regreso, el PRI es el beneficiario de los malos gobiernos panistas, y más penoso todavía, es la percepción ciudadana de que la pobre cultura democrática en la mayoría de la población contribuyó al triunfo electoral.
Estas consideraciones conminan a una objetiva interpretación del triunfo por parte de Peña Nieto: la victoria electoral no es una apuesta de la sociedad mexicana a un mejor futuro, ni tampoco una reivindicación con la historia reciente, menos aún, se trata de un borrón y cuenta nueva para los priistas corruptos que han lastimado y empobrecido al país. Más bien, se recomienda asimilar el entorno como un indicador que impone condiciones y tiempos a un proyecto de gobierno predeterminado por las circunstancias. El Presidente electo debe salir de lo lírico y ubicarse en la arena de las respuestas desde su propio partido.
ACOMODATICIOS. Corre la creencia que tratándose de política, en provincia los vicios se agudizan. Así se deja ver en el reprochable comportamiento de algunos priistas en las entidades en las que fue derrotado por las alianzas opositoras, a 2 años de aquel proceso electoral del 2010 (Sinaloa, Puebla y Oaxaca). El PRI desperdició en esos estados la valiosa oportunidad de mostrar otra cara a los ciudadanos, no aprovechó la perspectiva de construir desde el rol de oposición, dejó ir la posibilidad de cimentar una imagen diferente al partido que la sociedad salió a castigar por su mala conducción como gobierno. Sin embargo, los que pudieron hacerlo -legisladores y dirigentes del partido- se quedaron con los dulces de la piñata y se arrodillaron ante la chequera de esos gobiernos estatales.
Aquellas figuras decorativas en su rol de oposición, esos desacrados dirigentes del partido y los complacientes legisladores, no deben protagonizar en la última oportunidad que tiene el PRI de rehacerse como opción de gobierno. En el optimismo que desde el centro se comparte esta sentida preocupación, se coincide en la prioridad de reconstruir, particularmente en estas entidades en las que el resultado electoral fue adverso. La clave es la voluntad política.
Twitter: @juandiazcarr
Abogado, economista y periodista.