Inicia el adiós de los órganos autónomos
Julia Astrid Suarez Reyna / Colaboración
Oaxaca, Oax. 4 de marzo 2011 (Quadratín).-Cada vez que se acercan los comicios electorales se despierta en los ciudadanos esa búsqueda de cambio que cada uno desea, sin embargo cada que son los relevos en el gobierno el desencanto llega como la fallida selección mexicana de futbol que cada cuatro años alimenta nuestras ganas de triunfo con la misma cantaleta de esperar al próximo mundial, y es que estamos tan habituados en endosar nuestras ilusiones y desencantos a los demás que nos olvidamos de nosotros, de nuestra incidencia a mejorar este mundo, la injustica social es el rostro del México de hoy representado en Oaxaca.
Con la elecciones del pasado cuatro de julio los ciudadanos hicieron lo propio en esa búsqueda de cambio con una afluencia histórica en las urnas, hoy, las resistencias nos postran en el impasse, el dinosaurio resultó ser un monstruo de siete cabezas presente en los lugares más recónditos de esta tierra y como una pesadilla manifiesta en los grupos caciquiles, en los sindicatos, en las ONGs, en los pequeños comercios, en los partidos políticos, en el gobierno, en los mismos medios de comunicación, si bien es cierto que todos desean un cambio, la pobreza económica de la gran mayoría de los oaxaqueños no es ajena, pero nadie quiere contribuir, todos quieren seguir viviendo del presupuesto, darle una dentellada a como dé lugar, acostumbrados a comprar impunidad mediática, el presupuesto del Estado se va en alimentar a todas estas agrupaciones que exigen sus cuotas, una vida parasitaria que aniquila el cambio, la experiencia nos ha mostrado el rostro corrupto de los gobiernos que deviene en desconfianza y descredito hacia la Administración Pública, un círculo vicioso en el que estamos incluidos todos.
Las agrupaciones exigen sus cuotas, los ciudadanos el cambio y el Gobierno apremia limpiar, pisar en firme, el aval del pueblo en las urnas los legítima, les imprime independencia y autonomía lejos de las cuotas de poder, repetir esquemas y personajes viciados no abona en tierra fértil, el tiempo va y las acciones acertadas disiparán ese sentimiento de desconfianza hacia la función pública ganada a pulso en el actuar.
En este cambio cuenta mucho la ciudadanía, ciertamente el cambio no sólo compete a las esferas de poder y a la Administración Pública, quienes sí tienen bajo su responsabilidad la aplicación transparente y eficaz del recurso público, dicho de otra manera, el dinero del pueblo.
El corto plazo nos ira mostrando el desenmarañe de una corrupción enquistada aquí y allá, para qué cambiar si esa es la generalidad que nos confirma a diario, si a todo le damos un precio, habituados a la galopante corrupción visible en los gobiernos y disipada en nosotros, para qué cambiar si muchas de las veces la clase política está muy lejos de nuestra confianza y con sobradas razones. Nos indignamos de la injusticia, la corrupción, el influyentísimo pero contribuimos con ella, vivimos en ella y nos reeditamos cual santones del sojuzgamiento, nuestra máxima disculpa es la conformación de un gabinete poco honorable a nuestros ojos, un círculo vicioso en el que nuestro ímpetu de cambio no alcanza para salir.
Atrapados en el estira y afloja de que alguien tiene que ceder para seguir en un sistema lejos de la transparencia. La burocracia abona y también las actividades económicas de muchos negocios que dependen del presupuesto del Gobierno, en una relación poco limpia.
Para qué cambiar cuando Oaxaca apremia, acaso no vale la pena intentarlo, romper ese círculo vicioso obliga una Administración Pública eficaz, congruente y sin ocasión de esperar como en el mundial de futbol otros cuatro años, la oportunidad histórica está dada para Oaxaca. Que así sea.