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Mazatlán Villa de Flores, Oax., 2 de noviembre de 2009 (Quadratín).- Con las primeras luces del alba los habitantes de esta comunidad localizada en el corazón de la Sierra Mazateca dan comienzo al ritual conmemorativo a la festividad de los antepasados mayores o en la creencia cristiana, los fieles difuntos.
El amarillo de las ceras que iluminan el campo santo, el fresco aroma de la flor de cempatzuchitl, de aquel cempatzuchitl de ratón recién cortado en el monte, son el colorido de la cosmogonía de un pueblo originario del pueblo Olmeca- Xicalancas.
En medio de cordilleras que dan forma a la Sierra Madre Oriental, al noroeste de la capital del estado de Oaxaca, se ubica el panteón de la comunidad, el cual conforme avanzan las horas se ve saturado en sus casi escasos andadores; hombres ataviados con el tradicional calzón y camisa de de manta, huarache de correa, caminan presurosos con su atado de flores y sus delicadas ceras.
La delgada niebla y un ligero viento helado dan el toque especial a esta madrugada en la cual se velará a los angelitos, los cuáles y según la tradición son esperados desde la media noche.
En la casa de la familia Carrera Guzmán, localizada en la calle avenida de las Flores número 28, los preparativos se iniciaron desde días antes, la compra de animales de corral, gallinas y cerdos, fue parte de este ritual que se concluye con la elaboración del tradicional mole rojo y los tamales envueltos en hoja de plátano.
Es una tradición que nos han heredado por generaciones, comenta Maurilio Carrera, hombre de edad mayor que explica lo que para los hombres y mujeres de la comunidad representa esta festividad, la segunda más grande después de la fiesta patronal dedicada a la Virgen del Rosario en el mes de Mayo.
A sus espaldas, una tradicional ofrenda: Dos arcos formados con carrizo forrados de flores amarillas; en el fondo dos imágenes guadalupanas, así como una fotografía del ser querido que se ha adelantado en este camino sin retorno.
La fruta de temporada, los tamales, el chocolate, el mole, la cerveza, los cigarros, son el complemento de este altar que es dedicado en una parte a los difuntos menores y por la otra a los mayores.
Es un gusto, nosotros los esperamos de igual manera; hay quienes no creen, pero ellos están con nosotros, repite Maurilio, quien relata algunas de las anécdotas que el pueblo cuenta.
El humo del copal purifica el ambiente y es a su vez parte de la bienvenida que los vivos dan al espirito de sus seres queridos.
La lluvia que se dejó sentir durante las horas previas a esta celebración no fueron impedimento para que las familias hicieran acto de presencia en el campo santo, algunos aun con lágrimas en el rostro oran por la paz espiritual de su difunto mientras limpian y prenden velas en el sepulcro.
Aquí están cinco de mis hermanos, mi mamá y algunos otros familiares, refiere Rogelio Delgado, quien junto a su padre han llegado desde el Estado de México para estar presentes en esta festividad.
Al igual que la mayoría de los visitantes han prendido las tradicionales ceras, cada una de ellas dicen representar la luz con la cual se iluminarán los espíritus para volver a la tierra: Se supone que con las veladoras les estamos dando algo.
La festividad de los antepasados mayores se inicia desde el 28 de octubre con la toma del atole agrio, bebida de maíz que se comparte entre las familias, y que a decir de los pobladores también tiene una significación especial y que lo relacionan con el fin y el nuevo inicio de un ciclo agrícola.
Durante la mañana del 1 y 2 de Noviembre, también se puede apreciar en el atrio del templo católico una actividad similar a la que se presenta en el panteón de la comunidad, en este caso se lleva a cabo la velación de aquellos que por desfortuna murieron fuera de la población, como aquellos niños que fueran víctimas de una epidemia cuando sus padres por necesidad viajaran al estado de Veracruz al corte de la caña.
A la par, en las calles de Mazatlán Villa de Flores una veintena de jóvenes ataviados con las prendas tradicionales -calzón y camisa de manta, huaraches y máscaras de madera- bailan los sones de la región, se les conoce como huehuentones (palabra nauatl), Chashuu (en mazateco) o señores ombligo; es una comparsa que recoge casa por casa su ofrenda y que voluntariamente se suma a esta representación que hoy la misma comunidad trata de rescatar.
Cuando el reloj marca el medio día, las campanas de la iglesia suenan a todo vuelo, en los distintos puntos del pueblo se escucha el estallido de cohetes y cohetones, se está dando la bienvenida a los difuntos y se prende el copal al pie del altar.
Esta tradición varía en cada comunidad de la región, aunque tiene un mismo significado: un mundo paralelo en el cual se abre la puerta a los antepasados para que vuelvan a este mundo donde están sus seres queridos.