Exige Congreso al Ejecutivo atender problemática del agua en Juchitán
Oaxaca, Oax. 3 de noviembre de 2010 (Quadratín).- Al sonar del cuerno, los danzantes de Los Diablos y La Tortuga se fueron reuniendo en la Casa del Pueblo de José María Morelos; pueblo negro, asentado en la Costa chica de Oaxaca. Los niños, como siempre, tras ellos, con un ojo al gato y otro al garabato, pues sabían que si alguno de ellos era agarrado por El Pancho o La Minga, no se escapaban del castigo. La armónica, tambor y charrasca, guían a los danzantes a la Iglesia, lugar en donde comienza el recorrido y posteriormente a la Agencia Municipal. Así inicia el baile, con la autorización de estos dos órdenes reguladores de la vida religiosa y civil.
Posteriormente, se va danzando por las principales calles y barrios del pueblo. El Pacho y La Minga con su cartón al hombro, en donde van depositando las ofrendas que van pidiendo a los caseros, quienes con gusto otorgan de lo que dispusieron en el altar.
Dice doña Eustaquia Díaz Colón, una negra de 80 años y con 12 hijos vivos de los 14 que tuvo, que ahora la fiesta de Todos Santos ya no sale igual que antes, ya no alcanza el dinero para componer bien el altar y con la inundación que tuvimos en septiembre, los cobritos que estábamos guardando para estas fiestas, los usamos para comprar los trastes que se llevó el agua
Sin embargo, aún con dichas carencias, durante el recorrido pudimos observar con que esmero se arreglan los altares, que son hechos de bejuco de piedra o caña, adornados con flor de itacuan (en mixteco flor amarilla), albacar y borla, los arcos se sujetan a las patas de la mesa, en donde se ponen conservas de ciruela, mango, plátano, papaya, atole, tamales de pescado, camarón, iguana, pollo y marrano; frutas de temporada, agua, pan de muerto, aguardiente, cigarros; las veladoras no faltan, así como las fotografías de los difuntos y las imágenes religiosas.
Como todos los años, niños, jóvenes y adultos acompañaron durante todo el recorrido a la danza de Los Diablos y danza de La Tortuga hasta el panteón, es recurrente ver como durante la ejecución del baile, las personas interactúan con los danzantes, son en sí, parte integradora del grupo, El Pancho y La Minga no pierden la oportunidad para invitar con la cuarta a mano alzada, a las lindas morenitas a bailar, quienes ante el temor de recibir los golpes, no dudan en aceptar dicha invitación, hay quienes hacen la finta de ir con el Pancho y en un descuido de éste, pegan santa carrera que envidiaría cualquier atleta de 100 metros planos. Así, entre son y son y una que otra corretiza, llegan al panteón, en donde danzan en honor a sus muertos, el fuerte golpe del zapateado los despierta, bailan con ellos y al último sonido del tambor, los despiden con la satisfacción de saber que se regresarán contentos con el baile en su honor, con los olores de la comida y con las luces que familiares han puesto en el altar.
A la entrada de la noche, las personas empiezan a colocar veladoras y velas por todo el camino, son las luces que guiarán a las almas que ya no tienen familiares que los esperen o que se hayan olvidado de ellos. Cuentan los mayores que cuando un alma no lleva luces, regresa triste al camposanto.
La celebración del Día de Muertos en los pueblos negros de la Costa chica de Oaxaca, culmina el día tres, cuando las flores que adornaron el altar, son desgajadas, algunas de esas flores se guardan para semilla y sembrarse por el 24 de junio, día de San Juan, para que el 30 de octubre del próximo año, ya estén listas para adornar los altares. Los pétalos desgajados se llevan al panteón para adornar las tumbas de los difuntos.