
Xochitlalyocan, jardín que resguarda la memoria verde de México
Oaxaca, Oax. 1 de abril del 2012 (Quadratín).- Miles de personas van por las calles del Centro Histórico enarbolando cristos tejidos con palma. No se trata sólo de una artesanía, el significado que para los fieles católicos tiene esta modesta rama entretejida es mucho mayor: Representa al Hijo de Dios en quien depositan su fe.
Los artífices de los cristos de palma, así como de sagrarios de espigas de trigo, provienen de San Juan Tamazola, Nochixtlán, localidad enclavada en las montañas donde habita la etnia mixteca o ñu savi, el país de las nubes.
Cada Domingo de Ramos, Alfonso Torres Morales, junto con su esposa, parten de madrugada de su pueblo Yucuxina, Tamazola, con gruesos atados de palma que en el transcurso del día cobrarán formas religiosas y se venderán como pan caliente en el atrio de la Catedral.
Desde hace 25 años su peregrinar en Domingo de Ramos es el mismo: salir de madrugada, llegar a las 5 de la mañana a la ciudad de Oaxaca, colocar un plástico sobre el atrio de Catedral y sentarse sobre una cubeta a dar forma a las palmas silvestres que luego serán bendecidas en el interior del enorme templo católico que les brinda, además de esta oportunidad para obtener un ingreso extra, una generosa sombra en estos calores de abril.
El tipo de palma es el mismo con el que este hombre indígena fabrica petates, sombrereros y tenates el resto del año. Solamente que para la ocasión, al inicio de la Semana Santa, es palma recién cortada, verde, aún olorosa a campo.
Entre diez y quince minutos tarda Alfonso Torres en dar forma a un cristo. El precio de venta es de diez pesos. A lo largo del día producirá más de un centenar. Entre seis y siete de la tarde, retornará con el producto de la venta a su tierra. Un tanto recuperado, no que digamos ¡Qué bruto!, dice sonriente sin desprender la vista del tejido que realiza con las manos.
Yucuxina es un pueblo donde habitan no más de 400 personas, la mayoría adultos y ancianos. Los jóvenes parten al norte de México o a los Estados Unidos a buscar empleo.
Los que se quedan, jóvenes y niños, continuarán con la tradición se tejer cristos de palma cada Domingo de Ramos.
Foto: Archivo /Quadratín