Diferencias entre un estúpido y un idiota
Oaxaca, Oax. 27 de diciembre de 2009 (Quadratín).- Los oaxaqueños nos encontramos a pocas semanas de presenciar y de vivir una intensa actividad política. Será a partir del mes de enero, cuando todos –directa o indirectamente– nos veamos involucrados en el tema de la sucesión gubernamental y sus concurrentes.
Mucha información, y más desinformación correrá por todos lados. La descalificación, la insidia, la intriga y todo lo que sirva para intentar detener al que se observe más adelantado será nuestro pan de cada día. Rumores irán y vendrán por todas partes. Que fulanito de tal es el bueno, que menganito es el malo, lo anterior derivado de la percepción o cercanía que se tenga con los aludidos.
Todo con el único afán de inducirnos alguna imagen, idea o mensaje, aunque este termine por ser una falacia. Prevalecerá eso que se le conoce como marketing político.
Por eso es importante que cada uno de nosotros se vaya formando su propio criterio. Que se reflexione qué es lo que necesita nuestro estado. Que analicemos con toda objetividad aquello que nos impide desarrollarnos como sociedad. Que ubiquemos, quién con sus hechos y con sus acciones ha demostrado querer el bienestar de la población.
Esta labor es tan delicada, que no hay que dejársela tan sólo a los articulistas o analistas políticos; algunos de ellos por cierto, con compromisos que no les permiten expresarse libremente, por lo que terminan escribiendo o comentando lo que sus patrocinadores les exigen.
Tampoco es tarea exclusiva de las dirigencias de los partidos políticos, cuya visión con recurrencia suele estar alejada de lo que les demandan sus bases. Esa facultad es única y exclusiva de ciudadano; del que vive a diario los problemas que le aquejan y le preocupan.
Del campesino que con tristeza mira como el campo ha dejado de ser productivo. Del obrero que con desesperación mira cómo su salario no le alcanza para nada. Del joven estudiante que con preocupación descubre que no hay dónde emplearse al salir de la Universidad. Del ama de casa que a diario constata el alza de precios de los productos básicos.
Del Maestro que con indignación observa como se le insulta, se le agrede y se le señala. Del ciudadano que a diario convive con la pobreza de la mayoría, mientras corrobora la opulencia y el dispendio de tan sólo unos cuántos. Serán ellos los que con su opinión indiquen el tipo de persona que desean como candidato.
Sin duda alguna, Oaxaca necesita un candidato y posteriormente un Gobernador que de entrada conozca y respete a su pueblo. Que lo conozca, no quiere decir que lo ubique en el mapa oaxaqueño con alfileres de distintos colores, o que haya visto a una parte de sus habitantes sentado desde el palco de honor del auditorio del Fortín en una Guelaguetza, ¡no! Que lo conozca quiere decir, que haya recorrido sus carreteras, sus brechas y sus caminos; que haya llegado a cada uno de sus 570 municipios por tierra, a escuchar de viva voz de sus habitantes sus anhelos y sus preocupaciones.
Que lo conozca quiere decir, que ubique perfectamente sus necesidades más urgentes y que se comprometa a atenderlas. A su vez, el conocer a nuestros pueblos implica, por elemental lógica, el respetarlos. El dejar de verlos como una forma de obtener el poder. El considerarlos parte del problema, para hacerlos parte de las soluciones. El respetar sus orígenes, sus costumbres y sus tradiciones. Respetarlos significa el sentarse con ellos a platicar como iguales, a aprender de su sabiduría y de su experiencia. Respetarlos genera una relación de cordialidad y de compromiso, que es lo que ha hecho falta a Oaxaca desde hace 5 años.
Oaxaca necesita un candidato y posteriormente un Gobernador que una a su pueblo. Una persona que tenga la capacidad y el deseo de reconstruir el tejido social que deliberadamente algunos perversos han hecho hilachas. Un candidato que vea en la inversión privada y en lo empresarios el mejor aliado para generar las fuentes de empleo que Oaxaca urgentemente demanda. Un candidato y posteriormente un Gobernador que ofrezca la seguridad –que lamentablemente– percibimos en nuestro estado, no la hay. Alguien que sienta que la política es el arte de tender puentes que unen, y no la forma de enriquecerse rápidamente. Hay que decirlo, en los últimos años ha sido estrategia de los gobernantes el desunir; el clasificar a los oaxaqueños en buenos y en malos; de primera y de cuarta categoría; de dividir gremios sindicales, patronales, sociales y hasta familiares, pues eso le has servido para sostenerse en el poder, a pesar del desastre que dicha estrategia ha generado para la mayoría. Por eso ¡urge! un candidato y posteriormente un Gobernador que nos venga a unir, que a pesar de la estrategia mediática puesta en marcha, se pueda sentar a dialogar con todos los actores sociales, políticos, económicos, académicos y más, que permita encauzar el rumbo que Oaxaca perdió recientemente.
El balance del divisionismo, cuya estrategia del poder se implementó en nuestro estado como forma de hacer gobierno, ha dejado muy malos dividendos. Por eso es tiempo de identificar a ese personaje que esté preparado para rescatar a Oaxaca; que conozca el estado, que respete a su pueblo y que esté convencido de que en la unidad está la fortaleza de los oaxaqueños. Ubicar a un político de profesión, pero más de vocación. Que sepa escuchar antes que hablar. Un oaxaqueño que esté decidido a cambiar la realidad en la que viven la mayoría de los oaxaqueños y no la suya o la de su grupo más cercano. Un candidato que preferentemente lo conozcamos todos: sus orígenes, su trayectoria, sus resultados y su forma de tratar a las personas. Alguien que tenga pensado seguir viviendo en nuestro estado y no en exiliarse para no enfrentar el juicio impecable de la historia.
Para mí, ese futuro candidato y posteriormente Gobernador del estado que nos puede unir, se llama Gabino Cué Monteagudo. No hay otro
* Presidente estatal del Partido Convergencia