Dos meses de huelga, miles de asuntos pendientes
Oaxaca, Oax. 29 de marzo de 2010 (Quadratín).- Marzo es el mes que refleja como ningún otro, el triple orgullo del priísmo militante. Acabamos de cumplir 81 años como la organización política más importante de México; recién celebramos un año más del natalicio de nuestro héroe cívico por excelencia y asistimos hoy a honrar la memoria de quien en vida se convirtió en un mito: Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Cierto es que Luis Donaldo ha traspasado hoy las endebles fronteras de los partidos, para circunscribirse como un referente obligado del recto ejercicio de la actividad política; pero no menos cierto es que en el PRI tenemos la orgullosa exclusividad de su cordón umbilical.
Colosio no murió por el PRI, vivió entregado a él y por ello en su memoria valen las palabras que, en homenaje luctuoso, el divino Urueta dedicó al presidente Juárez en 1903: No vestiré mi discurso con los lüengos ropajes de las graves oraciones fúnebres, esta no es una fecha de duelo colectivo sino de universal regocijo, este no es el día de la muerte; el 23 de marzo debe ser el día de la resurrección.
Hablar de Colosio es hablar de presente preñado de futuro; es repensar la política y devolver a su ejercicio la dignidad por momentos perdida; es recordar que la política es una construcción humana y que los principios son la cimiente de toda obra que aspira a perdurar en el corazón de los seres humanos.
De Luis Donaldo recibimos lecciones de un profundo amor al partido, traducción de un enorme amor a México y a los mexicanos. Para él, México y el PRI no eran ideas muy diferentes y sabía que en nuestro partido habría que buscar los caminos para la prosperidad y el progreso de nuestra gente. México en su visión no era una simple federación de entidades, ni un frio amasijo de instituciones; era una comunidad de seres humanos que aspiraban a sentir, en la prosperidad material, el orgullo de sentirse miembros todos de una patria justa y generosa.
¡Todos somos Colosio! El de Magdalena de Kino condensa hoy como nunca, los ideales y las legítimas aspiraciones de una generación de jóvenes que quiere insertarse al desarrollo de nuestro estado, con oportunidades de educación y empleo; de una franja mayoritaria de mujeres que siempre le dan los triunfos al PRI y no han visto plenamente cristalizadas sus legítimas demandas de equidad y de justicia.
El brillo de Luis Donaldo lo seguimos encontrando en los ojos del campesinado que, en nuestras comunidades, sigue esperando respuestas concretas y en el productor ávido de más y mejores canales de comercialización; en la frente del transportista bajo el rayo del sol, lo mismo que en el diario trajinar de los trabajadores al servicio del Estado que hacen posible la magia del servicio público.
¡Colosio es sinónimo de transformación y por ello nuestro comprmiso debe ser con la transformación de Oaxaca! Bajo la mirada de Luis Donaldo y con el impulso y amor de nuestra gente, vamos a seguir haciendo historia.
Lo digo con la seguridad que me da la cercanía a Colosio, a su ideario:
Creo como él que surgimos de una revolución que hoy sigue ofreciendo caminos; que no necesitamos concesiones al margen de los votos, ni votos al margen de la ley; que somos la opción que mejor sabe de sus resultados, de sus aciertos y de sus errores; que transformación es capacidad para innovar, para aprender, para superar las deficiencias y los obstáculos.
Yo también veo un Oaxaca de comunidades indígenas que tienen la gran fortaleza de su cohesión y de su cultura, dispuestas a construir nuevos horizontes; de campesinos que aún no tiene las respuestas que merecen; de trabajadores que no encuentran los empleos ni los salarios que demandan; de jóvenes que cuando cuentan con los apoyos y con las oportunidades que demandan, participan con su energía de manera decisiva en el progreso; de mujeres con una gran capacidad para enriquecer nuestra vida económica, política y social; de profesionistas que necesitan los empleos que los ayuden a desarrollar sus aptitudes y sus destrezas; un Oaxaca de maestras y de maestros, de universitarios, de investigadores, que piden reconocimiento a su vida profesional, la elevación de sus ingresos y condiciones más favorables para el rendimiento de sus frutos académicos; de ciudadanos que aún no tienen fincada en el futuro la derrota, que tienen esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso; en una frase, ¡un estado convencido de que ésta es la hora de las respuestas!
Creo en Luis Donaldo porque comparto su origen y la orgullosa herencia de la cultura del esfuerzo y no del privilegio.
Pertenezco como él y como la inmensa mayoría de los Oaxaqueños, a una generación que no nació teniéndolo todo y con la firme convicción de que el trabajo y solo el trabajo y la cercanía con la gente, deben ser las mejores cartas de presentación de quien, pretenda gobernar esta bendita tierra.
Por eso debemos hacer una profesión de fe y un compromiso a la memoria del amigo, del compañero militante, del hombre de la palabra exacta y los ojos soñadores que con su ejemplo nos enseñó que los hombres no mueren mientras viven en la mente de otros hombres.