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Oaxaca, Oax. 6 de diciembre de 2009 (Quadratín).- Recién conmemoramos, con excelentes homenajes coordinados con el Maestro Carlos Espíndola Pérez Guerrero de la Universidad José Vasconcelos y el siempre participativo Colegio de Bachilleres, los cien años del Ateneo de la Juventud con dos eventos extraordinarios donde decenas de jóvenes pudieron acercarse a la obra de estos extraordinarios intelectuales de principios del siglo XX.
Del Ateneo nos ocupamos ya de manera suficiente hace algunas semanas en este espacio, pero su evocación resulta otra vez necesaria a la luz del entorno que circunscribieron en Oaxaca sus actos conmemorativos.
Era necesario recordar a los hombres, a las biografías. Era menester recordar su legado, releer sus magistrales conferencias, adentrarnos en su circunstancia: la del México porfiriano y positivista que, con la irrupción ateneísta en la escena intelectual y cultural, se tambaleó y finalmente cayó.
No podían las humanidades, la filosofía, la cultura y las artes ser borradas de un plumazo en aras del orden y progreso.
Era importante que los jóvenes supieran que el principal legado de los ateneístas fue el redimensionamiento de la cultura, del arte, pero sobre todo de la filosofía como productos que permiten al ser humano y a las instituciones, niveles más elevados de bienestar.
Pero más nos importaba que entendieran la trascendencia de su paso por la historia para el momento que hoy nos toca vivir. En medio de una crisis generalizada, México necesita banderas.
No es solo la crisis económica, es una crisis de valores que permea todo el tejido social y que ha hecho de México un país más violento, corrupto e inseguro. La esperanza está en las nuevas generaciones: la de nuestros jóvenes y nuestros niños que no pueden ver en este presente lastimoso, la condena de su futuro.
Luis Donaldo Colosio dijo que este mundo no nos ha sido heredado por nuestros padres, nos ha sido prestado por nuestros hijos y lo cito porque Luis Donaldo desde hace tiempo dejó de ser patrimonio de un partido para ser parte del alma nacional.
Hoy que caminamos en México como en cuarto oscuro, se hace necesaria la aparición de banderas y ninguna tan noble como la de los ateneístas que a partir del estudio de las humanidades se construyeron ellos para después construir el México que a ellos les tocó modelar.
Para muestra hay que ver lo que Vasconcelos hizo al frente del Ministerio de Educación. Nos interesaba que los jóvenes entendieran que debemos regresar al origen, a las ideas, a los ideales.
El estigma de la política contemporánea en México es el Pragmatismo; un pragmatismo feroz que no reconoce razones adyacentes al poder, para el que las curules, los escaños, las prebendas y las cuotas son el único referente.
Paul Valery hablaba de una política del espíritu que no vemos por ningún lado. El de enfrente es un enemigo al que hay que destruir, no un adversario con el que hay que contrastar ideas pensando en la comunidad política.
Se piensa antes en el interés egoísta del partido que en el interés común, en el de la gente que incluso- no tiene partido. Es una política del odio, de lo inmediato. Fue, la conmemorativa de los ateneístas, una jornada cultural y académica que saltó a las demás arenas de nuestra vida, pero más que a ninguna otra, a la política.
Necesitamos políticos preparados, humanos; nuevos rostros que devuelvan a la gente esa esperanza perdida y que le arrojen señales de que el pragmatismo no puede ser la nota definitoria de la política.
La legislación electoral exige a quienes quieran constituirse como partido político, que presenten sus documentos básicos: un programa de acción, unos estatutos y una DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS.
La declaración es la filosofía del partido, sus principios, sus ideales. Y pareciera que en los tiempos actuales representa un estorbo más que motivo de orgullo e identidad. La geometría política se pierde, deja de tener vigencia.
Solo hay izquierda y derecha cuando a los partidos conviene. Cuando otra cosa es lo que se pretende, izquierda y derecha desaparecen en aras de un fin superior que puede ser la famosa alternancia.
Cuando las cúpulas partidistas se den cuenta de que sus partidos tienen una declaración de principios y comiencen a ponerla en práctica, las cosas comenzarán a cambiar porque estarán dejando de engañarse a sí mismos.
Aquí está también la vigencia del Ateneo: la filosofía también está presente en la política y hay que buscarla, antes que en ningún otro lado, en la declaración de principios de nuestro partidos.
*Director General de la Comisión Estatal de la Juventud (CEJUVE)