
Zedillo, jefe político de la intelectualidad de la derecha
Oaxaca, Oax. 26 de marzo del 2012 (Quadratín).- Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros Declaración Universal de Derechos Humanos
Como derecho humano, la paz se inscribe entre los derechos llamados de tercera generación, al lado del derecho al desarrollo, el derecho a la soberanía y a la autodeterminación de los pueblos, el derecho a la identidad nacional y cultural, el derecho a un medio ambiente sano y a la preservación de los recursos naturales, el derecho a los beneficios del desarrollo científico y tecnológico, el derecho a gozar del patrimonio común de la humanidad, etc.
Internacionalmente, la doctrina admite identificar el derecho a la paz como el derecho fundamental de toda persona a disfrutar de la tranquilidad que surge del orden justo, y a unirse al empeño de cuantos se esfuerzan por conseguir la finalización efectiva de la guerra y el logro de la armonía en las relaciones de los hombres y de los pueblos.
Es muy importante asentar, que actualmente en el contexto doctrinal de los derechos humanos, el uso del vocablo paz no se ha restringido a la mera ausencia de guerra, sino a la ausencia de todo tipo de violencia y su manifestación sumada a la presencia de los medios que propicien la solución no violenta de los conflictos.
La declaración universal, precisa que el progreso hacia el pleno desarrollo de una cultura de paz se logra por medio de valores, actitudes, comportamientos y estilos de vida propicios para el fomento de la paz entre las personas, los grupos y las naciones.
Existe un claro consenso en la opinión de los expertos, en que la vigencia real del derecho a la paz, resulta indispensable para el disfrute del resto de los derechos humanos. Así mismo, la coincidencia se extiende a aseverar que la realización efectiva del derecho a la paz encuentra su mejor aliada en la educación. …La educación en un instrumento fundamental para promover y consolidar la paz y para promover los derechos humanos. Pero la educación debe, lógicamente, ir acompañada de medidas firmes y eficaces en otras esferas. Sólo con la educación a todos los niveles puede llevarse a cabo la difícil tarea de cambiar las actitudes y los valores que engendran una cultura en la que predomina la violencia. Los Estados no deben causar sufrimientos a sus propios ciudadanos. Por ello, también deben educarse en una cultura de derechos humanos y de paz los legisladores, los encargados de la adopción de decisiones, los administradores, los funcionarios, los jueces y las fuerzas de seguridad y policía a todos los niveles. Asimismo, conviene aumentar el número expertos cualificados en cada uno de los campos de la paz y la seguridad, tales como la mediación y el evitar los conflictos y la reconstrucción y la reconciliación después de los conflictos. Esas son las dos grandes tareas a las que deben apuntar los nuevos programas de derechos humanos y de paz…
Además, un ordenamiento legal, en sí, no puede crear relaciones más pacíficas. La transformación viene de la búsqueda de la verdad, el perdón, la cicatrización y la reconciliación. Aquí también la parte espiritual de la paz se destaca, porque la paz nace, crece y se alimenta en la mente y corazón de los seres humanos, como bien lo dice el preámbulo de la Constitución de la UNESCO.
La lucha por la paz entonces es un compromiso que se hace patente en el fomento de la educación para la paz; la inconformidad con toda forma de discriminación; la promoción de los principios y las prácticas democráticas; la erradicación de la pobreza e incluso, en un momento dado, la movilización de la sociedad civil con el fin de forjar en las nuevas generaciones el deseo ferviente de buscar nuevas formas de convivencia basadas en la conciliación, la generosidad y la tolerancia, así como el rechazo a toda forma de opresión y violencia.
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