Somos de territorio: Nino Morales en gira con Salomón Jara
OAXACA, Oax., 1 de febrero de 2015.- Buenas noches a todos los asistentes a esta celebración del noveno aniversario de Quadratín en Oaxaca.
Por supuesto, me sumo a la muy cálida felicitación para todas las personas que forman parte de esta agencia, sus reporteros, fotógrafos, editores y administradores de plataformas digitales.
El trabajo individual de cada uno de ellos, con Lupita Thomas como jefa del equipo, hace que Quadratín Oaxaca resalte por la oportunidad y seriedad de sus productos informativos.
Que una persona apunte los méritos del trabajo de otra sería fácil. Pero la calidad de la información que genera Quadratín se confirma no solo con lo que cualquiera de nosotros pudiera decir.
Nueve años de actividad en la industria y sus alianzas con agencias internacionales, medios nacionales y los periodistas con mayor visibilidad en el país dan cuenta de la confianza que el público y sus pares tienen en la información de Quadratín.
Lupita Thomas, enhorabuena por el esfuerzo que usted y su equipo han llevado a cabo durante estos nueve años. No puedo sino estar seguro que se mantendrán en la más alta consideración de sus lectores y colegas.
Y Francisco García Davish, director general de Quadratín, me da mucho gusto que mediante sus oficinas en Oaxaca, la agencia continúe ampliando su presencia en el país y, con ello, fortalezca su posición como fuente de información de muy alta calidad.
De nuevo, felicitaciones a todo el equipo de Quadratín en Oaxaca.
En medio del reconocimiento que tiene esta agencia, me siento muy halagado de que me hayan invitado como orador para esta celebración.
Siendo yo parte de la autoridad electoral, y estando en un evento para festejar a un medio de información, quisiera compartir algunos comentarios sobre la libertad de prensa y las eleciones, elementos centrales para cualquier democracia.
Por un lado, hay una enorme variedad y cantidad de artículos y libros sobre la preeminencia de las elecciones como medio de participación en los sistemas democráticos.
La conclusión ampliamente conocida hacia la que apuntan esos trabajos se puede resumir en que las elecciones no hacen a la democracia, pero ninguna democracia sobrevive sin elecciones.
Por otro lado, en prácticamente cualquier texto de democracia aparecerá la libertad de prensa como uno de los pilares de este tipo de régimen.
Sin embargo, casi seguramente se mencionará al lado de otras libertades y derechos, como su contraparte, el de expresión o asociación.
Es decir, no son muchos los trabajos de ciencia política que otorgan un papel específico, menos aún protagónico, a la libertad de prensa en los procesos democráticos.
Esto, sin duda, es una falta de literatura porque, al igual que con las elecciones, ninguna democracia sobrevive sin libertad de prensa.
Esto es por, al menos, dos razones.
Primero, toda democracia se fundamenta en la pluralidad. La libertad de prensa mantiene viva la multiplicidad de puntos de vista sobre la realidad de una comunidad.
Igualmente, nutre y acoge los muy necesarios debates sobre los asuntos públicos.
Sin una prensa libre se cae, casi automáticamente, en una vida pública monolítica.
Cualquier régimen autoritario impone topes a la libertad de prensa y, con ello, a la pluralidad política.
Segundo, toda participación política libre necesita de información. Parafraseando a Walter Lippmann, desde Aristóteles hasta el día de hoy no ha cambiado el insumo esencial para poder involucrarse en los asuntos públicos: saber qué pasa en la comunidad en la que se vive.
La prensa tiene la responsabilidad de proveer a los ciudadanos de información para que tengan elementos sólidos con los cuales participar en la política.
Es decir, es en la prensa donde comienza la formación de ciudadanos.
Es por ello que el estado de la libertad de prensa puede asociarse casi directamente al estado de la democracia de un país.
Siguiendo esta idea, dos de los índices de libertad de prensa más reconocidos a nivel mundial, el de Freedom House y el de Reporteros sin Fronteras coinciden en que, en México, ni la libertad de prensa ni la democracia están bien en México.
La edición de 2014 del reporte de Freedom House da a México una calificación de 61 sobre 100, siendo 100 lo peor para la libertad de prensa.
Así, México califica como un país en el que la prensa no es libre.
En el informe de Reporteros sin Fronteras, México obtuvo una nota de 45 sobre 100, siendo 0 lo más bajo.
Esto pone a nuestro país en el lugar 152 de 180 casos revisados.
Ambas organizaciones identifican dos fuentes de amenaza para la libertad de prensa: el crimen organizado y algunas autoridades públicas. Cuando los nexos entre ambos podrían quedar expuestos en una nota informativa, los reporteros son víctimas de amenazas, secuestros o ejecuciones.
Igualmente, persiste en algunos casos el riesgo de censura de parte de los poderes públicos, uno de los legados más penosos que se arrastra del autoritarismo.
Por supuesto, este no es un problema único en México. Como se advirtió muy trágicamente con el homicidio de los caricaturistas de Charlie Hebdo, o los secuestros de periodistas a manos del llamado Estado Islámico, la libertad de prensa puede encontrar riesgos en diversas partes del mundo.
En otras palabras, la prensa no es libre cuando no puede difundir información.
Recurrentemente, estas situaciones han traído a la mesa el debate sobre los eventuales límites a la libertad de prensa impuestos no por terceros, sino por sus propios reporteros y editores.
¿Hay condiciones en que la prensa misma debería abstenerse de divulgar cierta información?
Según una postura, sí: cuando la integridad física de los reporteros se ponga en peligro.
Esta condición, a su vez, emerge cuando alguien, entre comillas, se sentiría ofendido o amenazado por el contenido de una nota.
Entonces, la prensa no debería difundir contenidos con ataques contra personas o grupos.
Sin embargo, me parece que esta postura no es la correcta. Limitar la información que se comparte en los medios reduce la pluralidad que existe naturalmente en una democracia y la necesidad que ésta tiene de expresarse con apertura.
Por esto, limitar la libertad de prensa implica una limitación a la democracia.
Y, durante un proceso electoral, limitar la libertad de prensa equivale a limitar la libertad de elección de los ciudadanos.
Esta censura, como dijo Tocqueville, es completamente absurda en una democracia.
Durante los procesos electorales es del mayor interés público que se garantice un flujo libre de ideas, que todas las figuras públicas estén sujetas a la crítica y que siempre exista la posibilidad de contrastar opiniones sobre diversos temas.
La razón para ello es simplemente que en una democracia los ciudadanos controlan y evalúan a todos los actores públicos mediante su voto.
Necesitan toda la información disponible para llevar a cabo esta tarea.
No es el papel de la ley, de las autoridades ni de ningún otro actor prejuzgar sobre la validez de tal o cual opinión, propuesta de candidato o acción de gobernante.
Hacerlo sesga el debate público antes de que ocurra.
De suceder esto, los ciudadanos tendrían información parcial y sus debates resultarían igualmente parciales.
Estoy hablando sobre los debates que ocurren en los medios en general.
Por supuesto, es de esperar que algún medio en particular defienda una postura específica sobre un asunto.
Más aún si se trata de un actor privado, que tendrá sus propios intereses y trata de defenderlos.
Evidentemente, no todos estarán de acuerdo con esa perspectiva.
Incluso, alguien podría sentirse ofendido.
Y, en el marco de la pluralidad democrática, no cabría esperar consenso alguno.
Pero en tal ambiente, cuya condición es contar con libertad de prensa, seguramente habrá otro medio que defienda su propia postura sobre el mismo asunto. Así, en una democracia lo que sí cabe esperar, incluso fomentar, es un debate entre toda la variedad de puntos de vista disponibles.
No pienso en ningún caso en particular, pero en distintos momentos de la historia reciente de México ha habido medios estridentes, exagerados, sesgados o, incluso, que no son completamente veraces.
Acaso tocará al gremio de conocer de y sancionar las eventuales violaciones al código de ética de la profesión.
Los lectores y ciudadanos se encargarán de juzgar la contribución de ese medio a los debates públicos.
Es necesario defender la libertad de prensa en una democracia no por una razón abstracta, como que sea bueno en sí mismo tener libertades. Hay, más bien, una razón muy práctica.
La libertad de prensa es el primer paso para que los ciudadanos puedan debatir sobre y participar en los asuntos públicos.
A su vez, es esta circunstancia la que permite que una democracia exista.
En este sentido, reitero mi amplia felicitación a Francisco García Davish, Lupita Thomas y su equipo de colaboradores por su noveno aniversario.
La confianza de los ciudadanos y socios es la mejor prueba de la calidad de su periodismo y de su contribución a los debates públicos.
Enhorabuena. Muchas gracias por su atención.
* Intervención del doctor Benito Nacif, consejero del Instituto Nacional Electoral, durante la ceremonia conmemorativa del noveno aniversario de Quadratín Oaxaca, celebrada el pasado viernes 30 de enero.