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Víctor Cata / Quadratín
Oaxaca, Oax. 23 de junio de 2010 (Quadratín).- ¡Raca zeeda Mexa! ¡Ahí viene Héctor Sánchez con una multitud de dos personas! Con la cara refulgente, como la palabra que anhela que se tenga por verdad: ¡Ustedes me deben un favor! ¡Yo los ayudé! ¡Soy la opción!
Entre tantas flores amarillas que circundan su cuello, sólo se le ve su bigote espeso ennegrecido; viene por las calles vacías de Juchitán exhibiendo el cuerpo muerto que él sacrificó, el cadáver embalsamado del que habla Víctor de la Cruz, llamado COCEI.
Aquel movimiento de los zapotecos de los años 80 que él controló a través de una Comisión Política y que se le salió de las manos en la Casa de la Cultura, cuando quiso imponer como candidato a la presidencia municipal de Juchitán a uno de sus títeres.
Pudo haber sido la esperanza democrática de Juchitán, dice Elías Chávez (Proceso, núm. 667, 1989), pero prefirió ser el mercenario de los gobernantes priístas. Ser un vulgar interesado, un superfluo materialista. Excelente encandilador, gran vendedor de su propio pueblo.
Todos sabemos que Héctor Sánchez fue de extracción humilde, él mismo lo ha confesado: Yo fui muy pobre de niño le dijo a Carlos Rentería, director de la revista Regeneración el piso de la casa de mi padre era de tierra, por eso jugábamos canicas en el cuarto principal, le hacíamos hoyos a la tierra (Regeneración, núm. 25).
Su infancia transcurrió a principios de la década de los 60 en un Juchitán polvoriento, arrinconado por la miseria, y dominado por una clase política priista que amenaza con volver, caracterizada por el nepotismo, la ineptitud y la rapacidad.
Era una época de despojo de tierras a los campesinos, el acaparamiento de las tierras comunales y de los ejidos. No había muchas escuelas, pero el pueblo estaba plagado de cantinas.
En el plano cultural, existía una fuerte discriminación hacia el zapoteco, una lengua originaria de América, que se traducía en regaños, humillaciones y castigos. Pese a ello los zapotecos de Juchitán, aún sin contar con ningún apoyo, resistieron y demostraron una férrea lealtad a su lengua y a su cultura.
En este ambiente de marginación y miseria se desenvolvió Héctor Sánchez. Desde muy temprana edad fue apático con la política, a la que consideraba corrupta: yo tenía la idea de que participar en la política mexicana en esos años, te estoy hablando de 1972 o 1973, era sinónimo de corrupción, de sometimiento, y yo rechazaba todo lo que pudiera ser eso (Regeneración, núm.25).
Dos años después su mentalidad cambió y funda junto con Daniel López Nelio una agrupación que después sería conocida como la COCEI y que él mismo define como un movimiento social que buscaba luchar por la demanda de los campesinos y los obreros. Un movimiento que según Hugo Bartolo, tuvo mucho apoyo del presidente Luis Echeverría:
Yo recuerdo que cuando se fundó la Cocei, ellos tuvieron mucho apoyo en ese entonces del presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, porque incluso sé que cuando se inauguró el complejo turístico de Cancún, en el avión presidencial viajaron como invitados especiales Héctor Sánchez, Daniel López Nelio y Leopoldo de Gyves. Entonces, había mucho acercamiento. Desde ese momento ya eran intocables, ya contaban con una protección de gobierno…Y hoy, ellos (los fundadores de la Cocei) siguen gozando de privilegios, esa es la razón sin importar a quienes perjudiquen (En Marcha, núm. 25).
¿Qué fue lo que lo lleví a involucrase en la política? Quizá fue su terror a la pobreza, a las carencias que padeció en su infancia. Hay personas que nunca superan este pavor, por eso se aferran al dinero y al poder que se les da. Es preferible para ellos ser catalogados como sinvergüenzas y ladrones antes que regresar a la impronta de la infancia.
En la obra de Manuel Gamio, un notable antropólogo mexicano de principios del siglo XX, titulado Forjando patria extraigo una explicación de esta conducta, lo parafraseo, el terrible sistema político mexicano, es un sistema que permite una movilidad social, saltar del sitio de los jodidos al de los privilegiados, para alcanzar poder y riqueza. Los medios para escalar, consiste en la adulación jerárquica.
Y Héctor Sánchez tuvo la oportunidad para demostrar ser un buen adulador. Siendo presidente municipal de un municipio de izquierda, se entrevistó con Carlos Salinas de Gortari en Huatulco para ofrecerles sus servicios a cambio de privilegios. Salinas de Gortari deseoso de legitimidad accedió. Víctor de la Cruz, dice que después del encuentro oficial que se llevó a cabo en la sala de cabildos de Juchitán el 20 de marzo de 1990, a Héctor Sánchez y su grupo no les faltó diputaciones y senadurías, gracias al chantaje (En Marcha, Núm.31). Muy lejos quedaron los ideales de quienes pintaron con su sangre las rojas banderas que izaba Héctor Sánchez en actos públicos emotivos y sentimentales.
En 1989 Héctor Sánchez y su grupo corrieron a Elías Chávez de Juchitán, porque los desenmascaró, los desnudó, los sentó ante el mundo ¡Ay! el mundo vio sus miserias, en un excelente artículo titulado: La COCEI siguió los mismos pasos del PRI. En Juchitán la esperanza democratizadora degeneró en demagogia y corrupción. Los fraudes y las estafas del propio Héctor Sánchez, de Alberto Reyna Figueroa, de Óscar Cruz, de Leopoldo Degyves, de Daniel López Nelio, de los que cohabitaron con el PRI (Proceso, núm. 667, 1989).
Para Héctor Sánchez hay una explicación sobre lo sucedido en aquellos días, conciliación: Fue el primer gobierno de conciliación juchiteca, porque estuvimos gobernando con priistas (Regeneración, núm. 25).
Fue en esa época que trata de huir de su pasado, de aquellos días negros que se le vinculó con la muerte de Juventino Ramírez Vásquez; de los tiempos en que cerraba carreteras, tomaba oficinas, invadía terrenos y otros mecanismos de lucha que hoy entre los políticos finos se considera como un acto de barbarie y de salvajismo. Las averías que cometió ayer, las infracciones a la ley, han sido sepultadas; ahora es un consumado político que ha perfeccionado su comportamiento, sus modales y su lenguaje. Aprendió palabras nuevas, luces que le ayudan a caminar en el escabroso terreno de la política, tan necesarias para evitar el linchamiento mediático: Convenio, pacto, alianza, colaboración, componenda, pasteleo, unidad, unión, conciliación. Su nueva herramienta terminológica la enriqueció con otros vocablos vitales para él: intriga, contubernio, maquinación, politiqueo, cabildeo.
Atrás dejó los calificativos que se le atribuyen a los indios cuando luchan por el respeto a sus culturas, sus costumbres, sus lenguas: Insociable, incivil, inurbano, zahareño, brusco, hosco, rencoroso, irreconciliable. O como los llamaron en la época colonial: indios alzados, indios ingobernables que andan como moros sin señor.
Hoy Héctor Sánchez, como buen mercenario, no tiene ideologías, no tiene colores, no tiene siglas; tiene signos, ya no de pesos sino de dólares. Ha vuelto a Juchitán para cumplir con una misión que le encargó el gobierno priista: apoyar la candidatura de Daniel Gurrión a través de la captura de votos.
* Escritor juchiteco
Víctor Cata / Quadratín
Oaxaca, Oax. 23 de junio de 2010 (Quadratín).- ¡Raca zeeda Mexa! ¡Ahí viene Héctor Sánchez con una multitud de dos personas! Con la cara refulgente, como la palabra que anhela que se tenga por verdad: ¡Ustedes me deben un favor! ¡Yo los ayudé! ¡Soy la opción!
Entre tantas flores amarillas que circundan su cuello, sólo se le ve su bigote espeso ennegrecido; viene por las calles vacías de Juchitán exhibiendo el cuerpo muerto que él sacrificó, el cadáver embalsamado del que habla Víctor de la Cruz, llamado COCEI.
Aquel movimiento de los zapotecos de los años 80 que él controló a través de una Comisión Política y que se le salió de las manos en la Casa de la Cultura, cuando quiso imponer como candidato a la presidencia municipal de Juchitán a uno de sus títeres.
Pudo haber sido la esperanza democrática de Juchitán, dice Elías Chávez (Proceso, núm. 667, 1989), pero prefirió ser el mercenario de los gobernantes priístas. Ser un vulgar interesado, un superfluo materialista. Excelente encandilador, gran vendedor de su propio pueblo.
Todos sabemos que Héctor Sánchez fue de extracción humilde, él mismo lo ha confesado: Yo fui muy pobre de niño le dijo a Carlos Rentería, director de la revista Regeneración el piso de la casa de mi padre era de tierra, por eso jugábamos canicas en el cuarto principal, le hacíamos hoyos a la tierra (Regeneración, núm. 25).
Su infancia transcurrió a principios de la década de los 60 en un Juchitán polvoriento, arrinconado por la miseria, y dominado por una clase política priista que amenaza con volver, caracterizada por el nepotismo, la ineptitud y la rapacidad.
Era una época de despojo de tierras a los campesinos, el acaparamiento de las tierras comunales y de los ejidos. No había muchas escuelas, pero el pueblo estaba plagado de cantinas.
En el plano cultural, existía una fuerte discriminación hacia el zapoteco, una lengua originaria de América, que se traducía en regaños, humillaciones y castigos. Pese a ello los zapotecos de Juchitán, aún sin contar con ningún apoyo, resistieron y demostraron una férrea lealtad a su lengua y a su cultura.
En este ambiente de marginación y miseria se desenvolvió Héctor Sánchez. Desde muy temprana edad fue apático con la política, a la que consideraba corrupta: yo tenía la idea de que participar en la política mexicana en esos años, te estoy hablando de 1972 o 1973, era sinónimo de corrupción, de sometimiento, y yo rechazaba todo lo que pudiera ser eso (Regeneración, núm.25).
Dos años después su mentalidad cambió y funda junto con Daniel López Nelio una agrupación que después sería conocida como la COCEI y que él mismo define como un movimiento social que buscaba luchar por la demanda de los campesinos y los obreros. Un movimiento que según Hugo Bartolo, tuvo mucho apoyo del presidente Luis Echeverría:
Yo recuerdo que cuando se fundó la Cocei, ellos tuvieron mucho apoyo en ese entonces del presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, porque incluso sé que cuando se inauguró el complejo turístico de Cancún, en el avión presidencial viajaron como invitados especiales Héctor Sánchez, Daniel López Nelio y Leopoldo de Gyves. Entonces, había mucho acercamiento. Desde ese momento ya eran intocables, ya contaban con una protección de gobierno…Y hoy, ellos (los fundadores de la Cocei) siguen gozando de privilegios, esa es la razón sin importar a quienes perjudiquen (En Marcha, núm. 25).
¿Qué fue lo que lo lleví a involucrase en la política? Quizá fue su terror a la pobreza, a las carencias que padeció en su infancia. Hay personas que nunca superan este pavor, por eso se aferran al dinero y al poder que se les da. Es preferible para ellos ser catalogados como sinvergüenzas y ladrones antes que regresar a la impronta de la infancia.
En la obra de Manuel Gamio, un notable antropólogo mexicano de principios del siglo XX, titulado Forjando patria extraigo una explicación de esta conducta, lo parafraseo, el terrible sistema político mexicano, es un sistema que permite una movilidad social, saltar del sitio de los jodidos al de los privilegiados, para alcanzar poder y riqueza. Los medios para escalar, consiste en la adulación jerárquica.
Y Héctor Sánchez tuvo la oportunidad para demostrar ser un buen adulador. Siendo presidente municipal de un municipio de izquierda, se entrevistó con Carlos Salinas de Gortari en Huatulco para ofrecerles sus servicios a cambio de privilegios. Salinas de Gortari deseoso de legitimidad accedió. Víctor de la Cruz, dice que después del encuentro oficial que se llevó a cabo en la sala de cabildos de Juchitán el 20 de marzo de 1990, a Héctor Sánchez y su grupo no les faltó diputaciones y senadurías, gracias al chantaje (En Marcha, Núm.31). Muy lejos quedaron los ideales de quienes pintaron con su sangre las rojas banderas que izaba Héctor Sánchez en actos públicos emotivos y sentimentales.
En 1989 Héctor Sánchez y su grupo corrieron a Elías Chávez de Juchitán, porque los desenmascaró, los desnudó, los sentó ante el mundo ¡Ay! el mundo vio sus miserias, en un excelente artículo titulado: La COCEI siguió los mismos pasos del PRI. En Juchitán la esperanza democratizadora degeneró en demagogia y corrupción. Los fraudes y las estafas del propio Héctor Sánchez, de Alberto Reyna Figueroa, de Óscar Cruz, de Leopoldo Degyves, de Daniel López Nelio, de los que cohabitaron con el PRI (Proceso, núm. 667, 1989).
Para Héctor Sánchez hay una explicación sobre lo sucedido en aquellos días, conciliación: Fue el primer gobierno de conciliación juchiteca, porque estuvimos gobernando con priistas (Regeneración, núm. 25).
Fue en esa época que trata de huir de su pasado, de aquellos días negros que se le vinculó con la muerte de Juventino Ramírez Vásquez; de los tiempos en que cerraba carreteras, tomaba oficinas, invadía terrenos y otros mecanismos de lucha que hoy entre los políticos finos se considera como un acto de barbarie y de salvajismo. Las averías que cometió ayer, las infracciones a la ley, han sido sepultadas; ahora es un consumado político que ha perfeccionado su comportamiento, sus modales y su lenguaje. Aprendió palabras nuevas, luces que le ayudan a caminar en el escabroso terreno de la política, tan necesarias para evitar el linchamiento mediático: Convenio, pacto, alianza, colaboración, componenda, pasteleo, unidad, unión, conciliación. Su nueva herramienta terminológica la enriqueció con otros vocablos vitales para él: intriga, contubernio, maquinación, politiqueo, cabildeo.
Atrás dejó los calificativos que se le atribuyen a los indios cuando luchan por el respeto a sus culturas, sus costumbres, sus lenguas: Insociable, incivil, inurbano, zahareño, brusco, hosco, rencoroso, irreconciliable. O como los llamaron en la época colonial: indios alzados, indios ingobernables que andan como moros sin señor.
Hoy Héctor Sánchez, como buen mercenario, no tiene ideologías, no tiene colores, no tiene siglas; tiene signos, ya no de pesos sino de dólares. Ha vuelto a Juchitán para cumplir con una misión que le encargó el gobierno priista: apoyar la candidatura de Daniel Gurrión a través de la captura de votos.
* Escritor juchiteco