El episcopado ante el segundo piso de la 4T
CIUDAD DE MÉXICO, 13 de junio de 2018.- En esa coincidencia en la que para bien o para mal la vida de los mexicanos estará sumida en la expectativa, Rusia inicia la famosa Copa Mundial, sustrato del consumismo deportivo.
Más de 30 mil mexicanos desafiaron la crisis que vivimos -algunos no lo necesitaban por ser ricos o porque están metidos en el presupuesto-, y estarán en esa fiesta que retumbará del 14 de junio al 17 de julio. Dieciséis días antes de las elecciones cruciales de México y 17 días después, en medio de no se sabe que avatares.
A como se ven las cosas, pese a la rapiña ratonil o de hormiga que realiza el sistema para llenar todos los intersticios de su fraude, se darán dos circunstancias que solo para los fanáticos del fútbol o irresponsables, pueden ser similares: el triunfo del candidato puntero y el triste fracaso del equipo mexicano en esa contienda.
No obstante, para los que tenemos buena fe y creemos en la necesidad de un cambio en el país, el deseo de triunfo de las dos instancias sería un gran momento para iniciar otro camino.
Pasado el tercer debate, con toda la ignominia que acompaña estos comicios, las cosas estarán más definidas aún y solo le quedará al sistema su último respiro, agarrarse de su trabajo de zapa, de los inconvenientes, del refugio normativo en los tribunales o la búsqueda de una retirada honrosa de última hora.
Los otros maniobran en la dirección del voto cruzado para quedarse al menos con algo. Una cosa está clara en este momento, ciertas personas y situaciones específicas son las más buscadas: los indecisos y los goles.
Rusia marcó millones de vidas. Lenin, Dostoievski, Turguenev y Chejov
Para muchos, igual que París, Rusia era y es -ahora- una fiesta. Ver y recorrer las calles donde el príncipe Mishkin (El príncipe idiota, Éxodo 2014, Porrúa, Ediciones Aguilar y muchas editoriales) mostraba la misteriosa carta que lo hacía rico, donde Pushkin escogía en una armería la espada que lo llevaría a la muerte, donde la hermosa Ana buscaba a Vronski con desesperación, donde Lérmontov denunciaba al héroe de su tiempo, donde…
Visualizar quizá desde la vieja capital, la Perspectiva Nevsky y a otra dama con un perrito juguetón a su lado, para caminar en compañía de Gogol y contar -somos expertos los mexicanos- almas muertas. De ahí, regresar a Moscú para ver el Bolshoi, comer caviar en el intermedio y regresar al hotel para robarse un abrelatas con la imagen de Lenin.
Recuerdo como leí de sopetón aquel legajo que más bien era una biblioteca, de la edición que lanzó la embajada rusa allá a fines de los sesenta; con los arriba mencionados y sugeridos, más Pavel Nilin y otros y en ediciones distintas El poema pedagógico que Makárenko dedicó a Máximo Gorki. De este me regalaron siete ediciones de La madre y todas desaparecieron; además, el otro Tolstoi, Alexander, Andreiev, Bunin, Chirikov, Pasternak et al, para llegar a otros confines, ya en modernas ediciones con la premio Nobel 2015 Svetlana Alexievich.
Antes, el paso por revistas y ediciones diversas con cuentos y relatos a granel de los escritores de la posguerra y los ya insertos en la URSS y uno que otro después de la Perestroika.
Y luego los viajes con las recreaciones, sus extrañas comidas, el tono golpeado de su lengua y los rusos guapos, como aquel que me enviaron como guía en uno de esos viajes, que tenía un apócope romántico: Sasha.
Aparte estaba toda la literatura marxista leninista, con Lenin a la cabeza y toda la pléyade que llenó -y llena en muchos sectores- la vida ideológica, científica y política de parte de esa gran nación.
Muchos estarán gritando en los estadios los nombres y hazañas de sus héroes. Pero muchos otros, estaremos gritando dentro de nuestros recuerdos, por los muchos héroes que nos legó ese país y que son parte de la vida cultural, leyenda y fantasía de Rusia. Y también nuestra.