Llora, el país amado…
OAXACA, Oax., 9 de febrero de 2018.- Este domingo terminan las precampañas. 60 días en que los aspirantes se centraron en la diatriba, cayeron en provocaciones, enderezaron baterías contra quien tuviera la cola más larga y se olvidaron mayormente de las propuestas.
No hay que perder de vista que son 60 días en que quienes aspiran a ser postulados se dirigieron únicamente a sus correligionarios, es decir a los militantes y simpatizantes de su partido político o de los partidos coaligados en torno a una candidatura común.
El cierre de la precampaña fue como de costumbre con el broche de oro de las encuestas. Merced a ellas ya México tiene Presidente de la República para el período 2018-2024. No hay lugar para alguna duda. Los números no mienten.
Las casas encuestadoras, sin embargo han devenido en negocios de quiromancia y lectura del tarot, cuyos productos –muy bien pagados- y aun los que hacen de motu proprio como para cubrirse con el manto de la imparcialidad, distan de ser lo que antes eran. Lejos de brindar certidumbre o en el peor de los casos de inducir al electorado, están estancadas en una crisis de credibilidad.
Hoy, todas las casas encuestadoras tiene el prestigio raspado.
Recapitulemos. Vayamos hasta 2012, el año de la gran crisis para estos lugares de apuestas. Para la elección presidencial las encuestadoras más prestigiadas, se equivocaron por cosa no menor (¡entre 11 y 20 puntos porcentuales!). Todas coincidían en que Peña Nieto ganaría, pero apenas ganó con una ventaja del 6.5 por ciento.
Milenio Gea Isa se movió en rangos de entre el 11 y el 18 por ciento de EPN sobre AMLO.
Grupo Reforma erró en su conteo rápido. Se equivocó nada más por 20.62 puntos porcentuales. Daba un empate técnico entre AMLO y Vásquez Mota, quienes vencían a EPN.
Buendía & Laredo erró por 16.31 puntos; y Mitofsky le dio a EPN 23.3 puntos por encima de Vásquez Mota.
Hoy las cosas no tienen por qué ser diferentes. Es entendible que las casas encuestadoras hayan salido en esta nueva oportunidad para recuperar credibilidad habiendo aprendido de sus errores. En su momento y con humildad lo reconocieron; aceptaron aunque no sin rubor que se habían equivocado espantosamente.
¿A qué se debió esto y a qué podría deberse una nueva edición del demoscogate? A lo voluble de los públicos y a una variable a la que se le sigue minimizando y que yo he visto contemplada solamente en el ejercicio presente de Excélsior: los indecisos.
Todos queremos anticipar el futuro; cantar victoria desde ya. Pareciera que las ansiedad es consustancial a nuestro genoma cultural. Queremos las cosas ya, todo para ayer. Antes vivíamos los procesos electorales como una telenovela; hoy los vemos como un talk show porque somos parte de ellos, así lo elegimos y por eso con morbo buscamos la certeza fácil, aunque en medio y acostumbrados al lodazal en que se han convertido ni siquiera tengamos la certeza de ir a votar. Una especie de “que lo hagan otros por mi” se respira en el ambiente y un asunto tan serio como una elección presidencial y más grave aún, una elección históricamente concurrida como la presente, se ven detrás de la barrera por al menos la mitad del electorado mexicano.
Las encuestadoras nos regalan porcentajes de Meade, de Obrador y de Anaya; pero no nos dicen quienes contestaron “no sé”.
Aquellos ciudadanos mexicanos que tienen su credencial de elector en el bolsillo y que dijeron que sí van a votar, pero que aún no saben por quién hacerlo son, hoy por hoy los que ganan las encuestas y esa es la rebanada de pastel que debían disputar todos los candidatos.
Finalmente, el 30 de marzo inicia la campaña. Los que ya conocemos de sobra más los independientes que con dinero público caminarán por el país más que por cándido sueño de ganar la grande, con toda la intención de hacer boquetes a sus enemigos políticos.
En este escenario, el único que gana es José Antonio Meade que puede concitar a todos los enemigos de Anaya dentro del PAN que no se ven botando por AMLO y toda la izquierda antiobradorista que no se ve entregando su voto al PAN.
Así que no vengan a decirnos que la elección está definida o como Ackerman, que va a “haber chingadazos” si no gana López Obrador. Hoy por hoy no hay nada para nadie y hay tiempo de sobra para razonar el voto con todos los jugadores sobre la cancha.
@MoisesMolina