Se busca un ministro traidor para anular a la Corte
CIUDAD DE MÉXICO, 3 de octubre de 2017.- La mayoría de los gobernadores pusieron a sus esposas a “recopilar” donaciones en el DIF, algunos enviaron a sus “topos” para ayudar en los derrumbes, pero Alejandro Moreno fue el único mandatario en agarrar un pico en los escombros de un edificio colapsado.
¿Importa esto?
Definitivo. Porque llevamos días hablando de lo que nuestros gobernantes no hicieron, enumerando con todos los adjetivos su omisión frente a la tragedia del sismo en la Ciudad de México.
Este latigazo de derrumbes que se repitieron un 19 de septiembre, cuando la gente, los comunes y corrientes, salieron otra vez a la calle y llegaron antes que las autoridades a intentar salvar vidas.
Todavía hay voluntarios en el edificio de Álvaro Obregón 286 donde cada día encuentran más cuerpos. Ahí donde no fueron ni Peña Nieto ni Miguel Mancera ni ninguno de los hombres y mujeres que hemos encumbrado en el poder público.
Alejandro Moreno, “Alito”, se vino sin fotógrafos. Otra inmensa diferencia, de cara a la vanidad de quienes malentendieron la tragedia como pasarela política. Y se puso un caso que le prestó uno de los campechanos de la brigada que trabajaba en el edificio de las costureras, en el centro de la ciudad, con un chaleco sobre su chamarra, con un pico en las manos, trabajó toda la noche.
Es decir, no hizo un recorrido como en gira presidencial, no saludó ni se tomó selfies, simplemente como miles de mexicanos, agarró el pico y rompió la piedra, para después sacar los escombros.
¿Qué hubiese pasado si todos los políticos mexicanos, todos los diputados, los senadores, de cualquier partido, hubiesen hecho lo mismo?
Recordemos las peticiones desesperadas de los voluntarios porque estuvieron trabajando con sus propias manos. Tal vez los hombres de poder hubiesen podido “apoyar” estas necesidades urgentes.
¿Por qué ellos no llegaron, y mandaron al productor de anuncios Pedro Torres disfrazado con chaleco oficial, en su lugar?
Dentro de poco tiempo podremos comenzar a hacer una evaluación sobre el papel de las autoridades, de todo el gobierno, frente a esta tragedia que no ha terminado. Y habrá que partir de una corrupción compartida, consentida por funcionarios federales con los de la Ciudad de México, habrá que llegar a todo lo que no se hizo en las horas posteriores al sismo.
Entonces encontraremos a un gobernador, solamente a uno, con un pico entre los escombros.
Todo mundo podrá criticarlo, seguramente querrán hacerlo quienes palidecen ante lo que ha logrado en Campeche con su necedad que, según Peña Nieto, lograría matar a un burro a pellizcos. Lo cierto es que se ensució las manos, que trabajó largas horas hombro con hombro con los rescatistas.
Cuando era necesario.
El gobierno de la República, el gobierno de la Ciudad de México no estuvieron ahí. No vieron el dolor de los familiares, no atendieron la emergencia en el lugar de los hechos. No colaboraron con los voluntarios. Se repartieron, en cambio, los edificios colapsados para que la responsabilidad también fuese de varios. En Álvaro Obregón 286, donde había la mayor cantidad de personas sepultadas, fueron dos funcionarios menores, muy menores del gobierno que encabeza Mancera.
Habrá, muy pronto, que enumerar las omisiones oficiales junto con el número de muertos. Y pulularán por estas contabilidades los mismos rostros que han llenado las primeras páginas de los diarios, que han aparecido en cadena nacional en horario estelar, que han hecho declaraciones y han recurrido al lugar común de los discursos vacíos.
Extrañamente, un gobernador priista, Alejandro Moreno, estará del otro lado. Sin fotografías ni publicidad pagada, sin ostentación.
¿Qué no es esto, justamente, lo que estamos exigiendo a nuestros políticos, a nuestros gobernantes, a quienes vienen fallando hasta en las sumas y restas más elementales?
Y “Alito” se fue al aeropuerto, a tomar como acostumbra, un vuelo de línea comercial, todo sudado, con las manos lastimadas, pero sin que se le hubiese caído nada, sin que hubiese perdido atribución masculina alguna, sin que su jerarquía sexenal se hubiese lastimado…
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