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CIUDAD DE MÉXICO, 8 de noviembre de 2018.- La invocación del expresidente Carlos Salinas de Gortari del consejero florentino Maquiavelo para darle un marco histórico de referencia a la coyuntura actual pendular de la llegada de un grupo populista al gobierno federal puso nerviosos a muchos. Pero se trató de una lectura sesgada de una de las obras del italiano, El Príncipe, por cierto no la más brillante.
Salinas utilizó una categoría politológica que tiene otro escenario: habló del momento maquiavélico como una forma de caracterizar lo que ocurre hoy en México. Sin embargo, el “momento maquiavélico” tiene otra referencia: es el estudio que realizó John Pocock en 1975 para definir el tiempo histórico que produjo las ideas del florentino y el discurso ideológico ajustado a ese instante histórico.
En todo caso, la invocación de Salinas de Gortari a Maquiavelo para tratar de explicar una situación política más de quinientos años después de haber publicado el opúsculo Acerca de los principados o El Príncipe, quiso extraer una lección de cómo acaban las democracias, una línea de pensamiento que conectó directamente a Aristóteles con Maquiavelo.
Pero seguramente sin quererlo, el expresidente convocó el momento maquiavélico de finales del siglo XV en el enfrentamiento entre Maquiavelo con el sacerdote ultraconservador Girolamo Savonarola entre las concepciones del Estado como ejercicio del poder y la religión como determinante en el funcionamiento de las instituciones públicas.
Savonarola fue, en términos conceptuales modernos, un populista conservador. Su Tratado acerca del régimen y el gobierno de la ciudad de Florencia se basa en el dominio ideológico de la religión, la filosofía moral, la virtud tanto del gobernante como del súbdito y bajo el argumento de que “la ciudad que debe ser feliz debe de tener todas las virtudes”, además de “oír las causas de los pobres”.
Fue Savonarola el que llevó la humildad cotidiana del poder hasta el extremo de quemar las vanidades, los artículos superfluos echados a una pira e incendiados en lo que se conoce históricamente como “la hoguera de las vanidades”. Arremetió contra la iglesia de lujos y le dijo al papa Alejandro VI (Rodrigo Borgia) que “en la lujuria (Iglesia) te has convertido en una descarada meretriz”. En respuesta, el papa lo juzgó y condenó y lo quemó en la Piazza della Signoria en Florencia, donde hay una placa redonda en el lugar exacto del cumplimiento de la sentencia.
Maquiavelo, en cambio, fue la racionalidad de la inteligencia, la razón de Estado. El momento maquiavélico que estudió Pocock nada tuvo que ver con instante de conflicto en su circunstancia histórica, Salinas de Gortari sólo hizo referencia a algunas de las frases sacadas de El Príncipe o cómo pueden los monarcas mantener el control de los principados y de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio o cómo fortalecer las repúblicas.
El debate no directo entre Maquiavelo y Savonarola sí podría tener un referente en el momento político mexicano actual entre el sentido del Estado del primero y el populismo del segundo. En el capítulo 53 del Libro 1 Maquiavelo resaltó que “el pueblo, engañado por una falsa apariencia de bien, desea muchas veces su propia ruina”. Y agregó: “no existe camino más fácil para arruinar a una república en la que el pueblo tenga autoridad que embarcarla en empresas osadas”; “habiendo el pueblo dado por supuesta la victoria, cuando se produce el fracaso no culpa de ello a la fortuna, ni a la importancia de quien estaba al mando, sino a la maldad e ignorancia de éste, y por eso la mayoría de las veces le mata o le encarcela o le destierra”.
Y en el 58 Maquiavelo señaló que “los gobiernos han necesitado ser regulados por las leyes, porque un príncipe que pueda hacer lo que quiera está loco y un pueblo que pueda hacer lo que quiera no es sabio”. Por ello, señala la traductora Ana Martínez Arancón, “para Maquiavelo la república es el gobierno que representa la normalidad, la vida cotidiana de un Estado bajo el imperio de la ley; y en cambio, el principado es casi siempre una situación de fuerza”.
Si algún momento maquiavélico existe hoy en México se localiza en dos rubros: el contrapunto del populismo de Savonarola y su república feliz y moral y el análisis de Maquiavélico sobre los discursos de Tito Livio para concluir que el modelo ideal de gobierno es la república de instituciones, contrapesos y Estado regulado y no los principados de voluntad de un solo hombre, no sólo el de López Obrador sino el del PRI salinista que fueron principados con disfraz de república.
Y no debe olvidarse que Maquiavelo fue un consejero gelatinoso que se inclinaba al mejor postor aconsejando a los príncipes como ser republicanos y a los republicanos como ser príncipes. Y Salinas de Gortari no es Maquiavelo moderno.
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