Trump, peligro para prensa en EU por medidas y persecución: Marty Baron
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 29 de diciembre de 2019.- “Hágase a un lado, porque si me lastima no quiero lastimarlo también”, expresa amenazante un hombre de mirada adusta, mientras se abre paso sin amabilidad alguna.
Don Ramón Tenorio solamente lo escucha y se aparta un poco, en la parte delantera del pasillo de la unidad 63 que cubre la ruta a El Carmen.
Pareciera acostumbrado a los desplantes, no solamente de los pasajeros sino también de los choferes, quienes –de entrada- le cobran.
“Me subo (…) a fuerza, pero ellos de su voluntad no me suben, pueden subir a otro cantante o a cualquiera que se suba a pedir con buena voluntad, pero a mí no”.
-¿Porque es invidente? “Una, porque soy invidente y otra, porque no les agrada (…) el tipo de música o de canto que traigo”.
– ¿Le han hecho alguna grosería? “Sí, mal trato, mal modo”.
El hombre de vestimenta humilde recarga su delgada humanidad en el asiento de plástico y mientras se equilibra un poco con el balanceo del autobús urbano, saca de su camisa arrugada una vieja armónica con la que empieza a entonar ritmos suaves, poco comunes en un catálogo musical actual, pero cada vez más recurrentes en una rutina que ya cumple más de una década, desde que decidió cantarle a Jesús: primero por obligación y después por devoción.
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