
Álvaro Carrillo murió en 1969 pero su música sigue viva
OAXACA, Oax. 3 de abril de 2025.– Más allá del ritmo y la voz, Álvaro Carrillo escribió versos que podrían formar parte de cualquier mensaje de amor.
Sus canciones trascienden, no solo se escuchan: se leen, se sienten, se piensan, se dedican, sin tiempo.
En un mundo de amores fugaces, sus letras defienden el compromiso emocional, la ternura duradera y el dolor contenido.
Sabor a mí, una de sus canciones más traducidas e interpretadas de quien murió el 3 de abril de 1969, no es una simple declaración romántica: es una entrega total sin posesión.
No pretendo ser tu dueño
No soy nada, yo no tengo vanidad
Las metáforas en temas como Luz de luna o El andariego revelan un entendimiento del amor con matices: el deseo de libertad, el arrepentimiento, el anhelo de volver, el miedo a quedarse.
Que al menos tu recuerdo
ponga luz sobre mi bruma
Un análisis de su discografía permite rastrear una línea narrativa donde el bolero se convierte en crónica emocional del siglo 20: Carrillo habla de un México que ama con recato, pero con intensidad.
Es parte de ese otro México, el de una época en que se le cantaba a las ingratas y, después de un trago, se daban serenatas.
Porque hay ingratas
por eso hay ebrios
cariño malo se hace pasión
Muchos artistas han reinterpretado sus letras, pero pocos han logrado mantener la delicadeza con la que fueron escritas. La pregunta permanece: ¿quién le canta así al amor en nuestro tiempo?
En las canciones de Álvaro Carrillo no hay excesos, ni gritos, ni lágrimas derramadas al borde del escándalo.
Álvaro Carrillo compuso para quienes aman en silencio, para quienes sienten hondo, pero con dignidad.
Te devuelvo tu promesa de adorarme
Ni siquiera sientas pena por dejarme
Que ese pacto
no es con Dios
Carrillo ama, pero no pide nada, no ruega. Solo agradece. Su fuerza está en la honestidad: el amor no se posee, se ofrece.
Sabía narrar el amor sin adornos inútiles. Cada palabra suya cae con exactitud:
Sabrá Dios
si tú me quieres o me engañas
Como no adivino
seguiré pensando
Que me quieres solamente a mí…
Le canta a la mentira, sin culpas, sin rabia, con resignación.
El andariego no busca a alguien que lo detenga, sino a quien comprenda su forma de amar. En sus versos, la libertad y el afecto no se excluyen. No hay cárcel ni cadenas, solo caminos que se cruzan brevemente.
Lo suyo fue poesía hecha canción. No estudió letras, pero escribió como si las conociera todas.
Creció en la Costa Chica, rodeado de coplas, de sones, de mujeres fuertes y hombres bragados. Eso se le metió en la sangre.
Sus letras aún dialogan con quienes no se reconocen en las canciones que gritan. En tiempos de redes y exhibiciones, Carrillo recuerda que el amor también se escribe con silencio, con pausas, con sugerencias.
Solo me puede callar
el miedo de no hacerte feliz
Pues hubo algún intento de amor
que no fue para ti
En Cancionero, Carrillo ofrece una suerte de autobiografía emocional: Yo soy un humilde cancionero; cada canción es una página de vida.
Cada verso, una cicatriz; sus letras, el agua con que lava las heridas.
Álvaro Carrillo no solo escribió para enamorados. Escribió para los que han perdido, para los que esperan, para los que nunca se atreven a decirlo todo, pero sienten más de lo que aparentan.
Tú me ofreciste
el cielo y la luna
todo en la vida
pero en verdad
no veo cosa alguna
ni una promesa cumplida
A 56 años de su partida, su obra sigue allí.
No en los homenajes oficiales ni en los bustos de bronce, sino en una voz que canta bajito, en una guitarra que busca acordes antiguos, en un corazón que aún recuerda que:
Como se lleva un lunar
todos podemos una mancha llevar
En este mundo tan profano
quien muere limpio, no ha sido humano.