Día 18. Genaro, víctima de la seguridad nacional de EU
La polarización es un sentimiento popular que viene de tiempo atrás. Hay razones objetivas y subjetivas de amplios sectores de la población para sentirse desafectos del sistema económico, político y social. El PRI y el gobierno de Peña Nieto condensaron el descontento social, como fue evidente en la elección de 2018. López Obrador leyó bien la circunstancia; la situación le venía como anillo al dedo y supo aprovechar el momento: ganó con creces en la contienda presidencial, la legislativa y las elecciones locales concurrentes.
Algunos señalan que el triunfo de López Obrador sirvió para contener un inminente desborde del descontento; no es creíble del todo. El enojo mayor venía de las clases medias y su cauce era, además de la maledicencia, el voto. El triunfo arrollador no se explica sin la presencia del voto urbano a favor de AMLO. La elección de 2021 muestra que ya perdió ese apoyo, aunque Morena persiste con suficiente adhesión para ganar elecciones locales y mantenerse como primera fuerza política nacional.
El entonces candidato presidencial, ante las élites financieras aludió al tigre suelto, es decir, a una rebelión social derivada del enojo y la incapacidad del sistema para darle cauce. El asunto ahora se actualiza no a partir de la política, ni de la sociedad como tal, sino como resultado del crimen organizado, de su creciente presencia territorial y penetración en el tejido político, social y económico en amplias regiones del país. El desafío para el Estado no ha sido el descontento popular, sino la delincuencia vinculada al tráfico ilegal de drogas. El atentado contra Ciro Gómez Leyva es una primera llamada de atención y debe preocupar por su semejanza con los acontecimientos de los últimos años del gobierno de Carlos Salinas. De haber tenido éxito el atentado, hubiera generado un ambiente semejante al provocado por el homicidio del cardenal Posadas Ocampo, en mayo de 1993.
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