La posverdad judicial
OAXACA, Oax., 20 de enero de 2018.- Hay varios aspectos que harán de estas elecciones un proceso inédito, único en nuestra historia reciente.
Me referiré solo a algunos de ellos para saber en dónde estamos parados y para no fingir sorpresa una vez conocido el desenlace.
Esta elección es una trama con muchos protagonistas, más que en ninguna otra de nuestra historia. En Oaxaca nos darán a tachar 5 boletas en los municipios que se rigen bajo el sistema de partidos políticos y cuatro en aquellos que se rigen bajo el régimen de sistemas normativos internos.
Hasta este momento y conforme más se acerque el día de la votación la incertidumbre irá en aumento. Parece que las casas encuestadoras no se ponen de acuerdo, y las mediciones varían asombrosamente entre una encuesta y otra.
Hoy son más las opciones que tendremos para elegir entre partidos y candidatos, incluyendo a los independientes.
Se espera la diferenciación del voto y por consiguiente su pulverización.
La gente ya aprendió a votar y entre las cuatro o cinco boletas que le sean dadas, repartirá sus simpatías o sus razones.
Habrá quien vote por el partido, sin importar el candidato. Habrá quien se decida por el candidato independientemente del partido o coalición; difícilmente habrá quienes elijan la misma opción en sus cuatro o cinco boletas.
En aras de mantener, ganar o recuperar la presidencia de la república, que es la joya de la corona, los pactos, las alianzas de facto, los cochupos, los arreglos, las componendas entre las élites harán del territorio nacional un mapa multicolor.
Quien resulte electo Presidente de la República, no tendrá mayoría legislativa.
En los estados, el fenómeno se repetirá. Los gobernadores no tendrán la mayoría de presidentes municipales electos por su partido, lo cual les obligará a pactar acuerdos de civilidad y sana cercanía con todos los precandidatos. Solamente así ganará la población. Cuando las confrontaciones se dan por razón de colores quien pierde es el pueblo.
Muy probablemente y por primera vez en nuestra historia podríamos tener un Presidente con apenas el 20 por ciento de los votos, es decir, gravemente en la ilegitimidad.
Para no variar el gran ganador será el abstencionismo.
Aun cuando en un inicio mostraron un sospechoso interés en el voto milenial, sorpresivamente abandonaron toda apuesta hacia este sector que hubiese podido ser mayoritario. Es lógico que una campaña política no les iba a acercar, como por arte de magia a la política. Al contrario, parece que se alejan cada día más.
Los discursos de campaña y el mensaje son cada vez más irresponsables en diferentes grados y mucha gente se deja engañar por promesas materialmente imposibles de cumplir; es decir, aceptan la mentira como moneda de cambio.
El descontento social está jugando un papel importante; pero la responsabilidad de lo factible ante la irresponsabilidad de la mentira equilibran la fórmula donde las variables no dejan de ser de odio, de intolerancia.
Tenemos en puerta pues, una elección en la que decidiremos qué queremos para México. Si la continuidad que se nos advirtió desde un principio, era un paquete de reformas de gran calado con resultados a mediano y a largo plazo; con un costo político doloroso, pero con una mano firme y responsable que se decidió a hacer lo que debió haberse hecho desde hace mucho tiempo para sentar las bases de un México más próspero de aquí a 20 o 25 años en que habrá de reducirse esa brecha de desigualdad y de iniquidad.
O tenemos el otro camino. El de los oportunistas que capitalizan el odio y el descontento social, que irresponsablemente ponen delante de los ojos de la gente la imagen de un país peor de lo que realmente está y le restan todo mérito a lo que en seis años se ha construido.
Bien saben que el voto de odio reditúa dividendos, aunque a la larga el reclamo social sea unísono: no es lo mismo ser candidato que ser Presidente o diputado o senador, o presidente municipal.
Que sean estos días que faltan para el primer domingo de julio, días de reflexión. Hay muchas cosas que están en juego. Participemos para elegir el México que queremos.