Diferencias entre un estúpido y un idiota
Para los afectados del sismo
OAXACA, Oax., 10 de septiembre de 2017.- Cuando la naturaleza nos sacude no sólo físicamente sino también sacude nuestra conciencia, vale la pena detenernos y reflexionar sobre el rumbo que estamos tomando como humanidad, como seres humanos.
Lo primero que salta a la vista, la centralidad del ser humano en la historia está dejando de ser sustancial, sustituir el universo, el cosmos, los mitos, la espiritualidad, por la razón, por el cálculo instrumental, ha agotado sus beneficios, la pura racionalidad nos ha cegado, la pura voluntad nos ha enloquecido, el nuevo camino que está surgiendo, que constituye una nueva era, tiene visos de contener nuevos tiempos para una libertad desenfrenada, el ser, la existencia, es contingencia y pluralidad, manifestación y devenir puro, la religión se va sustituyendo por nuevas formas de espiritualidad personales sustituyendo la espiritualidad social o colectiva, el Dios como universo es sustituido por Dios personal totalmente utilizable para la contingencia y no para la salvación.
Estamos en tiempos de limitación de determinismos, de futuros calculados, pensados, reflexionados, los profetas de la esperanza y del desastre han terminado su papel, a lo más que se puede aceptar es la existencia de apóstoles, de divulgadores de la buena nueva, ¡vivid intensamente, que no hay mañana!.
En términos políticos, ha muerto la ideología, la doctrina política, algunos mostrarán un posible dios, el de la democracia, sin comprender que esta misma se ha convertido en mito, puesto que no puede solucionar el grave problema del ser humano asociado, su rendimiento es decreciente.
Lo más evidente, lo vemos con preocupación, el sismo nos lo hizo comprender, la nueva realidad cuestiona severamente el orden y su sentido, la libertad abre una ancha alameda para transitar sin frenos ni contrapesos, la libertad no es definida en una relación con la realidad sino consigo misma, ella no se pone límites, se desemboca irresponsablemente. Si los hechos son enteramente contingentes, si no hay una realidad básica y elemental, una
forma de existencia que determina a todas las demás, si el ser humano no tiene ya asidero, sea la naturaleza, sea Dios, sea la técnica, sea el orden, tanto moral como político, la libertad se presenta en forma de contingencia, de azar, de indeterminación, de pluralidad, de potencialidad, de posibilidad irrestricta.
El sismo, al fin y al cabo, nos enseña la realidad de la contingencia y de la vulnerabilidad del ser humano solitario.
En este contexto, al observar la impotencia del Estado, del gobierno, de la administración pública ante la magnitud del posible desastre que significa el sismo, o cualquier otro drama colectivo, nos hace comprender de la fragilidad del poder político, hoy es más fácil de adquirir, más difícil de utilizar y más fácil de perder.
El poder político se está volviendo más frágil y vulnerable ante la preocupación del hombre asociado, el individuo, por el contrario, significa el vivir sin coacción y por ende, en libertad.
Lo preocupante de lo anterior, es que los que tengan poder en el futuro encontrarán opciones muy limitadas que hacen que su capacidad de actuar se reduzca en aspectos que seguramente no habían previsto y que sus predecesores no sufrieron, como su capacidad de enfrentar con éxito, los daños de los sismos o de las calamidades naturales por ejemplo.
Esta realidad ha agudizado la corrosión de la autoridad y de la moral pública, así como de la legitimidad de los gobernantes.
Es indiscutible que existe la tendencia mundial de pérdida de confianza en los líderes políticos, en los expertos, en las instituciones públicas, en los hombres de negocios y en los medios de comunicación. Fue muy aliciente poderse comunicar con sus seres queridos y amigos por medio del internet en el sismo y comprobar de la ineficiente respuesta del Estado, de los gobiernos, de la administración pública, ante esta contingencia y de la necesidad de información.
En este tiempo necesitamos restablecer la confianza, reinventar los partidos, encontrar nuevas vías para que los ciudadanos de a pie puedan participar de verdad en el proceso político, crear nuevos mecanismos de gobernanza real, limitar las peores consecuencias de los controles y contrapesos, y, al mismo tiempo, evitar la concentración excesiva del poder y aumentar la capacidad de los países de abordar, con éxito, conjuntamente los problemas globales
como las inundaciones, los huracanes, los sismos, la depredación de la naturaleza.
Si esto cae más en el campo de la emoción, pedimos disculpas, sin embargo, no se deja de reconocer que hay un divorcio y conflicto entre la razón y la emoción, entre la frialdad estatal y el sentimentalismo ciudadano, entre la razón burocrática y el corazón civil, entre las palabras del poder y las lágrimas del desposeído.
Para los ciudadanos que sufrieron alguna pérdida humana o de materiales, comenzará un largo peregrinar para hacer efectiva la ayuda del aparato estatal, serán simples números, relaciones de información, sujetos para la propaganda, los estados de ánimo de los afectados pasarán del temor a la angustia, de la esperanza a la desesperanza y finalmente, hacia la impotencia ante la falta de ineficacia del Estado.