Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
Vivió sus últimos años enfrentando complicaciones cerebrovasculares y “ofreciendo su enfermedad a Cristo para cosechar grandes bendiciones y frutos en tierra chiapaneca”; Fabio Martínez Castilla, arzobispo de Tuxtla Gutiérrez (Chiapas), falleció el 25 de noviembre pasado, a los 73 años de edad. El religioso natural de Isla Mujeres (Q. Roo), basquetbolista seleccionado yucateco en los años 60 e inquieto estudiante del seminario de San Ildefonso de Mérida, tuvo un fecundo servicio pastoral en el sur y sureste mexicano.
Martínez Castilla recibió el orden sacerdotal para el clero de Yucatán en 1977, en tiempos del longevo arzobispo Manuel Castro Ruiz, uno de los últimos prelados mexicanos que participó en el Concilio Vaticano II y de esa estirpe eclesiástica que movilizaba en el espacio público a grandes porciones de católicos incluso antes del reconocimiento de las asociaciones religiosas por el Estado mexicano en 1992. Bajo su dirección, el joven sacerdote Fabio realizó un amplio servicio parroquial pero también fue formador de seminaristas de la península yucateca.
Debido a sus inquietudes misioneras, Martínez Castilla se embarcó a trabajar en comunidades de Angola para desarrollar actividades pastorales y misioneras en uno de los países africanos con mayor presencia católica y cristiana pero sumido en un permanente conflicto bélico, ahí permaneció durante casi una década antes de volver a su tierra natal; sin embargo, allá también sufrió uno de sus primeros padecimientos graves a través de la malaria.
De vuelta a su amada península, gracias a su labor pastoral y a su especial acompañamiento del sector empresarial en Yucatán, el arzobispo Emilio Berlié Belauzarán promovió a Martínez Castilla al episcopado y fue encomendado por el papa Benedicto XVI a liderar la diócesis de Ciudad Lázaro Cárdenas en Michoacán, sede vacante tras la temprana renuncia del obispo Salvador Flores. Entre 2007 y 2013, el obispo Fabio Martínez condujo los trabajos diocesanos en el puerto bajo el lema episcopal “Siempre siervo”, se le recuerda como un pastor a ras de suelo, dedicado a visitar las comunidades, formar equipos parroquiales y, se le reconoce su liderazgo especialmente durante la celebración de los 25 años de la diócesis lazarocardenense en 2009.
En febrero del 2013, diez días antes de la histórica renuncia de Benedicto XVI al papado, la Santa Sede comunicó la promoción de Martínez Castilla al arzobispado de Tuxtla Gutiérrez, sede que comenzó a dirigir ya bajo el pontificado de Francisco. Durante diez años, el arzobispo lideró la provincia eclesiástica de Chiapas que incluye, además de la arquidiócesis metropolitana de Tuxtla Gutiérrez, las diócesis sufragáneas de Tapachula y San Cristóbal de las Casas.
Al inicio de su gestión arzobispal fue objeto de agresiones de activistas tras haber asegurado –en medio de una crisis de credibilidad de las estructuras eclesiásticas– que el asesinato de no nacidos en el vientre materno era un mal mayor que el abuso sexual de menores cometido por un ministro de culto. El arzobispo no dejó de ser cuestionado por grupos políticos y radicales durante casi toda su gestión, incluso a mediados de este año, fue señalado en una lista de quince obispos mexicanos implicados en tramas de encubrimiento de abusos sexuales y sus acusadores recordaron el planteamiento temprano del arzobispo.
Sin embargo, el momento más importante como pastor de Tuxtla Gutiérrez lo tuvo como anfitrión del papa Francisco el 15 de febrero del 2016. El Papa acudió al estadio Víctor Manuel Reyna donde se reunió con casi 50 mil personas para realizar un encuentro con las familias de México. Ahí, el arzobispo dijo “soñamos en construir un México más justo, fraterno y solidario, en romper la indiferencia ante las familias que sufren diversas necesidades e injusticias”.
Sus colaboradores recuerdan de don Fabio, una actitud alegre, abierta y una mirada esperanzadora a pesar de los desafíos: “Debemos estar abiertos a las sorpresas de Dios”.
El agravamiento de la condición de salud de Martínez se comunicó el verano pasado, debido a una crisis isquémica que le ocasionó debilitamiento, pérdida del habla e incapacidad para deglutir los alimentos. De esta forma comenzó el final de sus últimos años de su episcopado que estuvieron llenos de pruebas en materia de salud: en febrero de 2020, antes de la pandemia de COVID-19, el arzobispo fue internado con diagnóstico de bronconeumonía y, más tarde, en tiempos pandémicos presentó síntomas propios del coronavirus.
Fabio Martínez inició su ministerio episcopal en la catedral de Cristo Rey en Lázaro Cárdenas; y en la solemnidad dedicada a Cristo Rey, 16 años más tarde, fue realizada la Misa de exequias en la Catedral de San Marcos Evangelista en Chiapas, presidida por el obispo de San Cristóbal de las Casas, Rodrigo Aguilar.
Permanece, emocional y operativamente al frente de la inmensa arquidiócesis, el obispo José Luis Mendoza Corzo, el religioso es originario de la región frailesca chiapaneca, es un sacerdote de fuerte arraigo local de todas las confianzas del actual presidente de la CEM, Rogelio Cabrera (él lo consagró obispo en 2007) y ha sido, desde entonces, apoyo para el complejo arzobispado del sureste.
Durante casi 17 años, Mendoza ha permanecido en los sitios que conoce y reconoce; con su singular confianza, seguirá atendiendo al clero y a las comunidades religiosas que lo vieron crecer y asimilar responsabilidades diocesanas. En 2013 le tocó recibir a Martínez Castilla como su arzobispo, a un isleño con los mismos años de experiencia episcopal y asumió su servicio como su primer colaborador.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe