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OAXACA, Oax., 23 de agosto de 2019.- El gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, honró este viernes el legado artístico y cultural del compositor oaxaqueño Macedonio Alcalá, durante la sesión de cabildo del ayuntamiento de la ciudad de Oaxaca.
A continuación su discurso íntegro:
Saludo a mi amigo presidente municipal Oswaldo García y agradezco la invitación al cabildo de acompañarlos el día de hoy.
Por supuesto saludo a la presidenta magistrada María Eugenia Villanueva, a la senadora Susana Harp y al representante de la doctora Beatriz Gutiérrez Mueller, a Eduardo Villegas.
La música decía Beethoven es una revelación mayor que toda la sabiduría y la filosofía.
“La música, una vez que ingresa en el alma, se convierte en una especie de espíritu y nunca muere”. Así lo decía el escritor Edward Bulwer-Lytton.
Es para mí un honor como Gobernador del Estado, como oaxaqueño acudir a este emblemático recinto que lleva su magia en el nombre de uno de los hijos predilectos de esta Verde Antequera: Macedonio Alcalá.
Agradezco esta invitación para conmemorar este 150 aniversario luctuoso de ese oaxaqueño universal.
Señoras y señores:
Hacia 1882, Federico Nietzsche, señaló que “Dios había muerto”.
Sin duda reflejaba esa frase lapidaria, esos laberintos espirituales y morales de esa vieja Europa a finales del siglo XIX.
Unos años atrás, en 1869, en otras latitudes, circunstancias históricas y humanas, en una gran ciudad del sur de México nuestro Oaxaca, un hombre enfermo, con escasos recursos económicos; pero de gran talento y espiritualidad señaló: “Dios nunca muere para los pobres”.
Esa es una frase de esperanza, de gratitud, por supuesto ante la solidaridad humana; frase de agradecimiento ante los amigos que lo socorrieron en momentos de penuria y de enfermedad.
Frase que define a un hombre íntegro, de gran sensibilidad cuya luz no se apagó ante los huracanes del infortunio.
Frase en la que se vislumbra de la necesidad humana de buscar aliento, fortaleza y espiritualidad.
“Dios nunca muere” es un vals inmortal donde se cifra
el alma oaxaqueña.
“Dios nunca muere” es el paisaje de esta tierra, el mosaico único de nuestras culturas, la raíz de nuestra identidad hecha en sonidos que hacen vibrar nuestros corazones.
“Dios nunca muere” es una obra maestra que trasciende el tiempo y la historia, porque sus notas perfectas están escritas en esa profundidad azul del cielo oaxaqueño.
Porque sus notas están escritas con la tinta roja e imborrable de la sangre heroica del pueblo oaxaqueño.
“Dios nunca muere” es la obra de un inolvidable hijo de Oaxaca, que supo amar a su tierra, que supo fijarla en la eternidad a través de las líneas del pentagrama.
“Dios nunca muere” es la voz de una tierra que no se rinde nunca; es la voz de un pueblo que mira de frente ante la adversidad; de un pueblo que sabe sembrar futuro en cada comunidad, en cada municipio y en cada región.
Porque esta obra tiene el poderío, la fuerza inquebrantable del alma oaxaqueña.
Porque este vals es mucho más que un canto de esperanza; es la cifra de nuestro pasado, de nuestro presente y de nuestro futuro: un futuro de grandeza digno solo de Oaxaca.
Hoy –señores y señoras– recordamos a ese poeta, un músico, a un visionario que a cada momento hace florecer la magia, la espiritualidad cuando un violín, una guitarra, un cuarteto, una marimba, una orquesta sinfónica tocan las notas de ese vals universal.
Honrar el legado de Macedonio Alcalá es honrar también a todos esos grandes músicos oaxaqueños.
Álvaro Carrillo, Amador Pérez Torres, Chu Rasgado, Lila Downs, Susana Harp, también a esas instituciones que cimbran, que siguen construyendo ese legado como el CECAM, el CIMO, donde se cultiva el talento musical de las nuevas generaciones.
Señoras y señores:
“Dios nunca muere” es el himno de la tierra oaxaqueña.
“Dios nunca muere” se escucha de pie, porque de pie se honra a los grandes; porque de pie miramos el porvenir de la esperanza que juntos construimos.
Porque de pie enaltecemos las raíces que dan sustento a nuestra identidad.
Macedonio Alcalá Prieto es inmortal, y como inmortal su obra que hoy honramos todos los mexicanos.
La obra de este inolvidable músico es un símbolo de la magia de Oaxaca: siempre viva, hecha de talento, hecha de voluntad y prodigio, hecha de eternidad.
¡Que viva Oaxaca y que Dios nunca muera!
Muchas gracias.