El pleito eterno: política vs brevedad
OAXACA, Oax., 18 de septiembre de 2017.- El concepto que define a los mexicanos hoy es incertidumbre. Y no solo a los mexicanos. El que lo redefine es la esperanza. Que pena que tampoco es cierta.
Es incierto el presente porque se percibe y se siente que la vida no vale nada y sin la vida no queda nada, incluso antes de llegar a ser algo, cuando cualquiera puede, impunemente, matar sin recibir castigo.
Incierto ya que podemos dormir pero sin saber si podremos despertar. Y si el terremoto nos lo permite, no sabemos si, luego de sobrevivir, el patrimonio forjado por décadas aún estará ahí. Y si lo perdemos, si desaparecen familiares y amigos -patrimonio vital- no sabemos qué parte podremos recuperar.
Incierto porque el estado que ayer creímos nos protegía reaparece desesperado en harapos para tratar de mitigar las carencias básicas que dejó reproducir. Legado ingrato difícil de regularizar. Incierto porque aun el vecino puede ayudar pero también aprovecharse y nadie intervenir o al menos regular, acaso conducir.
Incierto dado que ser mujer y ejercer la libertad puede terminar en violación de la integridad y en un trágico amanecer en el fondo de un barranco sin fin. El asesinato más cruel, el de la joven ingenuidad.
Incierto porque la política de ayer no es viable ya más. Porque el estado orgulloso que consolidó independencia y posrevolución no puede reformarse para servir a la sociedad a la que se debe. Y si pudiera, por momentos se aprecia débil y tardío.
Incierto porque los principios se entregaron al mercado en el que todo cuesta y nada vale. Porque el presidencialismo y el gobernadorismo ya no funcionan. Porque los poderes que autorizamos están capturados por su circunstancia. Porque el municipio libre está preso en la cárcel de su historia de subordinación. Porque los autónomos parecen lo que luego no son o no les dejan ser.
Algo hay que hacer para volver a confiar, para legitimar.
La esperanza por si sola no garantiza futuro.
Esperar otra vez a que la promesa se cumpla. A que llegue lo mínimo para sobrevivir cuando lo máximo se va a las manos de unos pocos, que lo llevan de prisa a los paraísos del poder y del placer dentro o fuera del país.
Esperar a que gane Morena, el Frente o si no pues otra vez el PRI. La esperanza, hermana de la incertidumbre, siempre morirá al final.
Una opción que vende la expectativa de la refundación de una forma de porfirismo a cambio de la certidumbre.
Otra que ofrece la presupuesta e insostenible opción del semiparlamentarismo sin verse en el espejo del pasado pre-porfiriano o en el presente lamentable de Argentina, Brasil, Guatemala o Perú.
Y una más, la del presidencialismo renovado, que no se atreve a inducir un cambio de fondo sino solo a medio cambiar para que todo siga igual. Ya se sabe: Alternancia sin transición. Legalidad sin Constitución. Estado con ley pero sin derechos. Algo cercano al estado de naturaleza. Lejano al estado constitucional. Disfrazado con carísimo traje democrático. Ajeno al estado social.
No es juego de palabras.
Certidumbre y esperanza laten en el fondo de la cultura social y democrática pero no pueden ser motivo de fraude sin que votemos por caer en el socavón de la degradación sin retorno, aunque se pretenda expiar los pecados en actos populares de compensación transitoria.
En el lejano Oriente, ahora tan cercano, los japoneses a merced de un enajenado. En la frontera de siempre, ahora tan extraña, los migrantes y “dreamers” en la picota fundamentalista. El planeta a los pies de los inconscientes. Los “muxhes” clavados en la cruz de la discriminación. Los niños y ancianos en el menor de los intereses. La corrupción cultural y estructural sin límites. Los medios entregados al mejor postor. Los civiles impotentes. Los pueblos apenas resilientes. La vida sin sostén.
Si los valores fundantes de las culturas de mexicanos y oaxaqueños habrán de pervivir, certidumbre y esperanza deberan abrevar no solo en la fe sino en la confianza de los hechos que concretar, más allá de interpretarlos y discutirlos. Urgente, por ende, cumplir con lo dicho y publicarlo sin delinquir.
En cada momento de incertidumbre hemos sido capaces de reaccionar y progresar. Hoy no tenemos otra posibilidad para rehacer. Hay que desvanecer el temor y practicar la solidaridad con humildad. Convertir la esperanza en realidad. Devolver la certidumbre a la esperanza.