El episcopado ante el segundo piso de la 4T
CIUDAD DE MÉXICO, 30 de agosto de 2020.- La 4T inició la semana pasada, el primer curso escolar de toda la historia de la educación en México que se realiza a distancia. Ni las universidades públicas habían tenido una experiencia de esta naturaleza.
Para todos es sabido, sobre todo en el mundo de la academia, que los sistemas de enseñanza-aprendizaje en México, han quedado rebasados. Los métodos pedagógicos y de docencia, debieron ser revisados desde hace más de una década.
Sin embargo, esto se ha postergado debido a dos lastres principales: SNTE y CNTE. La reforma educativa era necesaria, pero el nuevo régimen la desbarató. Ahora, los fundamentos de esa contra-reforma hoy también están a revisión.
Por efectos de la pandemia, el sector educativo se encuentra literalmente desnudo, y en las próximas semanas y meses, podremos ver la profundidad de los rezagos y falacias que la envuelven.
A nivel preescolar, primaria y secundaria, podemos ver claramente cómo las dos organizaciones sindicales han sido un lastre. Han servido más como instrumento político y de chantaje, que como herramienta para la educación.
SNTE y CNTE por igual, son entes clientelares, que han derribado gobiernos e incluso han cambiado la historia electoral del país, por la voluntad de personajes como Elba Esther Gordillo, que hoy inexplicablemente son revividos como mártires.
Desde el inicio de su mandato, Andrés Manuel López Obrador dinamitó las modificaciones que se habían implementado, para quitar el control administrativo y laboral que aún mantienen ambos organismos.
En medio de la pandemia, vemos a los dos sindicatos poco participativos, extrañamente alejados de toda propuesta para mejorar los sistemas de enseñanza, y muy sumisos con las nuevas formas de impartir la educación vía televisión.
No hay mejora a la vista en esos niveles. Vemos todavía los bloqueos de carreteras y vías férreas, que se suspenden sólo cuando baja la derrama de dinero de la federación; para mantener los sueldos de maestros que ni imparten ahora clases.
La modernización educativa en México es letra muerta, desde que Vicente Fox intentó llevar pizarrones electrónicos a comunidades apartadas, sin pensar que estas no contaban con energía eléctrica ni, mucho menos, internet.
Hoy se repite la historia, con un gobierno que pensó que de la noche a la mañana podría distribuir las redes inalámbricas por arte de magia, y llegar hasta zonas apartadas que, por principio de cuentas, no tienen ni medicinas.
Gobiernos de ocurrencias, de personajes que de pronto se sienten prohombres, pero que poco a poco la realidad los coloca en toda su pequeñez. Es un hecho que el presente periodo escolar será un fracaso en este nivel.
Por mucho que se esfuerce Esteban Moctezuma, y aunque no sea culpa de la 4T, en los hechos será un periodo lectivo perdido. Los niños y jóvenes no estaban preparados para esto, menos aún los profesores.
La exposición de las carencias y rezagos institucionales en el manejo de las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC), desnudarán lo demagógico de haber sometido la educación a visiones políticas personalistas.
Pero lo más grave es que estas posturas, se han visto aderezadas con la pretensión del presidente de la República, de someter la educación superior a una especie de revisión y depuración, para meter mano indirectamente en las autonomías.
Desde el 2019, cuando López Obrador inició su gestión, hubo avisos velados en ese sentido, que incluso tuvieron visos de convertirse en reformas legales. Luego vinieron las astringencias presupuestales y el recorte del 10% al gasto.
A marchas forzadas, la UNAM, el Poli, la UAM, tuvieron que ajustar sus programas y proyectos y aplicar un recorte a los altos salarios de funcionarios, para que ninguno ganara más de los 110 mil mensuales que percibe Andrés Manuel.
La UNAM no lo cumplió. La UAM tuvo que hacerlo porque, entre otras cosas, el tema sirvió como argumento de campaña para una huelga que duró tres meses, la más larga en la historia de dicha institución.
Cuando todavía no se venía la pandemia, el recorte se justificó como parte de la política económica de un nuevo régimen que pondría en marcha en el territorio nacional, el funcionamiento de 100 nuevas universidades.
En medio del reproche velado a la UNAM y la UAM, por no dar un acceso igualitario a todos los jóvenes, se dijo que con estos espacios se daría respuesta al eterno problema de los rechazados en el nivel superior.
Pues bueno, hoy por hoy, verbigracia la pandemia, esas 100 universidades brillan por su ausencia. No sabemos ni dónde están, cuántas son, cuántos alumnos y maestros tienen y lo peor…
No sabemos cómo han enfrentado los mas de 5 meses de cuarentena, para continuar con sus tareas de enseñanza. Lo más seguro es que la suspendieron, pero no hay una sola autoridad que pueda dar respuesta al respecto.
Y no es cosa menor este tema, pues el experimento educativo de López Obrador ya vio su primera prueba de fuego a través de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Magros resultados, egresados deficientes.
MEDIOCRIDAD, MEDIOCRIDAD, MEDIOCRIDAD
En la rendición de cuentas de cada institución, están los datos de cómo le va a cada universidad… y las cuentas que entregan a la sociedad con el presupuesto que reciben, independientemente del monto de este.
¿Cómo se está llevando la educación a distancia? ¿Cómo terminarán el trimestre o el semestre en medio de la pandemia? Las universidades Benito Juárez, de AMLO, no podrán responder esto, por el simple hecho de que no tienen proyecto alguno.
El país no podía antes y menos podrá sostener ahora, una estructura elefantiásica de unidades que sólo están pensadas con fines ideológicos más que pedagógicos; porque se pensó más en cuadros que en alumnos.
A manera de Jesucristo, López Obrador pensó quizá: “dejad que los niños y jóvenes vengan a mí”. Pues, hoy por hoy, no van a ningún lado, porque no hay certeza en el rumbo.