Economía en sentido contrario: Banamex
En el gigantesco reino de la escritura, donde las palabras danzan al ritmo de pensamientos e ideas, hay un monarca que reina con sutileza y precisión: el bolígrafo.
En México, lo llamamos «pluma,» una palabra que evoca la ligereza y la gracia con la que desliza su tinta sobre el papel.
La historia de este soberano de la escritura comienza en 1930, en las calles empedradas de Budapest. László József Biro, un inventor de mirada aguda y mente inquieta, observa a unos niños en su juego inocente con canicas.
Las esferas de vidrio ruedan sobre un charco, dejando tras de sí un rastro efímero de agua.
Una visión tan simple como reveladora: una bola que podría llevar tinta en lugar de agua.
Junto a su hermano György, químico de profesión y cómplice en innovación, László se embarca en una odisea de experimentación. Buscan la alquimia perfecta entre una tinta que no se seque y una punta que no falle. Y así, como en un cuento de hadas moderno, nace el bolígrafo.
La Feria Internacional de Budapest de 1931 se convierte en el escenario donde los hermanos Biro presentan su creación al mundo.
Pero es la tormenta de la Segunda Guerra Mundial la que los lleva a cruzar el océano hacia Argentina. Allí, en un modesto garaje, dan vida a su empresa y al sueño del bolígrafo.
El destino del bolígrafo toma un vuelo ascendente cuando la Fuerza Aérea británica reconoce su valor. Ya no más plumas fuente que gotean o se congelan en altitudes elevadas; el bolígrafo es confiable y firme. La historia del bolígrafo se entrelaza con la historia misma, marcando documentos y cartas que cambiarían el curso del mundo.
Marcel Bich entra en escena para darle al bolígrafo un nuevo nombre y rostro: BIC Cristal. Con cada clic del capuchón, una revolución silenciosa se escribe en las páginas de la historia. El BIC Cristal se convierte en el emblema de la democratización de la escritura; ya no es privilegio de unos pocos sino derecho de muchos.
Hoy, cada trazo del BIC Cristal es un homenaje a esa visión inicial sobre un charco en Budapest. Y en México, donde llamamos «pluma» a este noble instrumento, reconocemos no solo su utilidad sino también su arte y su magia.
Así es nuestro apunte diario sobre letras hipnóticas: con la pluma en mano y la historia en el corazón.
Recordad que la vida sigue y que ninguna amargura o enojo puede albergar nuestro corazón
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Arturo