Green pretende que se clasifique la indigencia como una enfermedad para poder ‘prescribir’ casas en lugar de tantos medicamentos.
Esta idea surge de su propia experiencia profesional en salas de urgencias, donde a muchas personas sin hogar se les aplican unos tratamientos que no suponen ningún beneficio en el futuro. “Realmente sólo aplico una tirita, estos problemas de salud requieren un apoyo intensivo y a largo plazo”, cuenta Green sobre su trabajo en el hospital.
Un estudio de las aseguradoras hawaianas muestra que el coste sanitario medio de las personas que viven en la calle es de más de cien mil dólares, mientras que alojarlas supondría una cantidad casi siete veces inferior.
Además, el informe sugiere que el gasto de estas personas en sanidad, en el caso de que dispusieran de una alternativa habitacional, se reduciría un cuarenta por ciento. Gracias a la mejoría de sus enfermedades, hábitos e higiene.
Incorporar este proyecto a su sistema sanitario supondría un ahorro de unos trescientos millones de euros anuales, ya que cerca de dos mil personas se beneficiarían de este plan. Pero no todo el mundo está convencido del éxito de la medida.
“Muchos volverían a la calle”, cuenta Kimo Carvalho, portavoz del Instituto de Servicios Sociales de Hawái.
Él cree que también son necesarios unos hogares colectivos de salud mental o superación de adicciones, que dispongan de asistencia y atención médica, ya que muchas personas pondrían rechazar el alojamiento debido a su enfermedad.
Este proyecto, aun con sus imperfecciones, puede servir como inspiración para otros países que todavía no han buscado soluciones factibles para acabar con este drama.
Supone una esperanza para todas aquellas personas vulnerables, sin recursos o enfermas, que el sistema ha abandonado y que merecen una nueva oportunidad. Que existan ciudadanos que no tengan un hogar digno muestra una gran deficiencia democrática, que cualquier Estado de Derecho debe corregir.
José María Gómez Vallejo
Periodista
Twitter: @JmGomezVallejo