Prosperidad Empresarial Compartida
CIUDAD DE MÉXICO, 12 de noviembre de 2016.- Recuerdo una persona a la que acompañaba en terapia, bastante resistente, por cierto, que le recomendé leer Miedo, un libro de Osho que aborda la inseguridad de la vida, ese futuro incierto e impredecible que no podemos controlar, que convierte nuestra vida en una aventura maravillosa y nos capacita para vivir en libertad, cosa que a esta persona le daba pánico. Después de leer el libro, llegó a la sesión y me dijo “el libro que me diste no me ha valido, no se me ha quitado el miedo y sigo teniendo la necesidad de tenerlo todo controlado”.
Dicen que lo importante para encontrar una buena respuesta es hacerse una buena pregunta. Todos los libros pueden ayudarnos de una u otra forma a comprender mejor situaciones, retos, actitudes, relaciones y miedos. Nos identificamos con personajes, situaciones y podemos aprender nuevas formas de vernos a nosotros mismos, pero tenemos que tener claro que sólo existe una ayuda efectiva: la nuestra.
Podemos conectar con el mejor psicólogo del mundo, o con el experto más excelente del tema que tenemos que solucionar o leer los mejores y más rigurosos libros de autoayuda, que si no tomamos la decisión de implicarnos, de afrontar la situación emocional, sino estamos dispuestos a arriesgarnos, dispuestos a darlo todo, el resultado será el fracaso. Nos refugiamos en los libros de autoayuda, con la ilusión de que entre sus páginas encontraremos las respuestas que buscamos, con la expectativa de que nos sacaran del atolladero y nos ayudaran a recolocarnos de nuevo con sólo leerlos. Algunas personas esperan que el libro haga el trabajo por ellos y se decepcionan.
La eficacia de un libro no depende del libro mismo, sino de la persona que lo lee. Un libro o cualquier herramienta de autoayuda será útil si el lector se hace las preguntas adecuadas ante lo que le toca y le impacta de la lectura, si se toma su tiempo y conecta con las emociones que le produce, si tiene a mano, junto con el libro, un cuaderno en el que vaya escribiendo su propio libro con sus experiencias. La gran dificultad y el miedo real, está en el temor a preguntarnos. Y si no nos atrevemos a ponernos claros con nosotros y preguntarnos realmente, no encontraremos las respuestas que buscamos.
Cada uno está dónde está, en el momento vital en el que encuentra, con el pasado que tuvo y el presente que tiene, con su vivencia y con su experiencia y ¡así está bien! Lo que valoramos como “ideal”, es solo una invención de la mente con la que podemos llegar a confundirnos y que, en muchos casos, nos encamina a movilizarnos, en direcciones diferentes de las que son inherentes a nuestro ser, nuestra esencia. Los libros no diferencian entre las personas, así que la diferencia la tiene que hacer cada uno, cogiendo lo que le vale para avanzar y descartando lo que no. No hay modelos para “ser tú mismo”, cada uno es su propio artífice, arquitecto y constructor de su vida.
Para caminar hacia el interior, encontraremos libros que nos invitan a sumergirnos en lo más profundo de nuestra mente, escuchar el silencio de nuestro corazón, encontrar dentro de nosotros la fortaleza para aceptar los avatares de la vida sin dejarnos abatir, alimentar la esperanza aún en medio del desaliento y el cansancio y reunir el valor suficiente para decirle sí a la vida, manteniendo el brillo en los ojos, la ilusión encendida al comenzar cada día, sin alforjas, sin peso añadido y con los sentidos abiertos a la experiencia.
Cuando lo que buscamos es ir más allá de nosotros mismos, trascendernos y traspasar el umbral que nos encierra dentro de nosotros y dejar de quejarnos por lo que no tenemos o no nos dan, para cambiar el enfoque y pasar a preguntarnos para qué estamos aquí y qué es lo que la vida quiere de nosotros, una lectura que nos ayudará a situarnos y ponernos en el camino es El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl.
Prisionero, durante mucho tiempo, en los desalmados campos de concentración, él mismo sintió en su propio ser lo que significaba una existencia desnuda. ¿Cómo pudo él que todo lo había perdido, que había visto destruir todo lo que valía la pena, que padeció hambre, frío, brutalidades sin fin, que tantas veces estuvo a punto del exterminio, cómo pudo aceptar que la vida fuera digna de vivirla?
Para mejorar nuestra autoestima, desmantelar nuestros mecanismos de defensa o salir de los roles que hemos adoptado, hace falta algo más que una mera lectura, es necesario la implicación personal para abrir la conciencia y eso, es tarea nuestra, el libro, por muy bueno que sea, no lo hará por nosotros.
Cada uno de nosotros somos los artífices de nuestro destino, porque es nuestra percepción, la nuestra, no la de otro, la que crea nuestra realidad y condiciona nuestra elección en cada momento. Un libro no resultará de ninguna utilidad si la búsqueda de respuestas la ponemos fuera de nosotros mismos y esperamos que el libro resuelva nuestras confusiones o nos cambie la vida por arte de magia.