La posverdad judicial
CIUDAD DE MÉXICO, 7 de octubre de 2019.- Aunque tuvo intenciones de colarse hasta la presidencia de la república, en realidad el papel político que le tocó jugar a Manuel Bartlett Díaz en función de su personalidad y carácter fue el del cancerbero del sistema político priista, antes con el PRI, luego con el PAN y ahora con el Partido Morena.
Con sangre familiar histórica que viene de su abuelo materno Salvador Díaz Mirón –aquel periodista y poeta porfirista que escribió que al salir de una reunión en El Imparcial el dictador Huerta había dejado “un perfume de gloria”–, Bartlett escogió su propia historia. Hijo del defenestrado gobernador tabasqueño Manuel Bartlett Bautista, Bartlett Díaz comenzó su carrera política en el PRI en 1962 a los 26 años con Javier Rojo Gómez. Y de ahí, salvo pequeños espacios, a lo largo de 57 años ha sido una pieza del sistema político priísta autoritario.
Su carrera política la comenzó en la Secretaría de Gobernación como subdirector general de Gobierno en 1968, después del 68 de represión, luego director y más tarde encargado de asuntos electorales. Su jefe directo en 1971 fue Mario Moya Palencia como subsecretario y su jefe superior era el secretario Luis Echeverría Alvarez. Bartlett llegó a esa dependencia como parte de las tareas de construcción de la candidatura de Echeverría.
En el sexenio de Echeverría fue director general de Gobierno y tuvo que ver de manera directa por razones de cargo con las decisiones autoritarias de la presidencia, sobre todo el halconazo del 10 de junio de 1971, el conflicto con los empresarios y tareas relacionadas con decisiones de Estado contra la guerrilla armada revolucionaria. En el sexenio de López Portillo pasó a Relaciones Exteriores y en 1979 fue designado asesor político del nuevo secretario de Programación y Presupuesto en 1979, Miguel de la Madrid Hurtado, para construir la candidatura presidencial. Carlos Salinas de Gortari era el operador económico y el politólogo Manuel Camacho Solís apenas asesor político de la dirección general de Salinas.
La presidencia de De la Madrid se movió en dos grupos de presión: el político de Bartlett y el económico de Salinas. La dimensión de la crisis económica potenció a Salinas, dos sexenios (doce años) más joven que Bartlett. Perdida la nominación en 1987, a Bartlett le tocó operar la peor elección presidencial priista que hizo tambalear el triunfo de Salinas, con las irregularidades en día de la elección. Al final, Bartlett entronizó a Salinas en la presidencia, le dieron la SEP y luego Joseph-Marie Córdoba Montoya le operó la gubernatura de Puebla. Con De la Madrid y Salinas fue Bartlett corresponsable del neoliberalismo.
Las huellas de Bartlett en Gobernación no fueron políticas, sino dactilares. Como encargado de la política interna le tocaron cuatro casos delicados: el fraude electoral de 1986 en Chihuahua aliado con Elba Esther Gordillo, el auge del narcotráfico con el apoyo del Estado, sus instituciones y funcionarios, el asesinato del columnista político Manuel Buendía y el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar por el que tiene abierto un juicio en Los Angeles y por ello no puede pisar territorio estadunidense.
En 1985 el embajador estadunidense John Gavin denunció que la Federal de Seguridad de Gobernación estaba protegiendo a los narcos que asesinaron a Camarena. El titular de esa oficina era José Antonio Zorrilla Pérez, dependiente directo de Bartlett. Antes de Camarena hubo asesinatos de funcionarios de esa oficina por revelaciones de narco que Bartlett no atendió. En efecto, Zorrilla sí dio credenciales de la DFS a Rafael Caro Quintero, las cuales desaparecieron en la PGR.
Zorrilla fue operador directo de Bartlett en cuando menos dos casos concretos: las advertencias al columnista político Manuel Buendía de textos muy críticos contra De la Madrid que involucrarían fuentes de inteligencia y seguridad nacional de México y los EU y las amenazas de muerte a Julio Scherer García como director de Proceso cuando iba a publicar una nota sobre un comando especial de Gobernación que había ido a Venezuela a rescatar a una sobrina de Bartlett que estaba en una secta religiosa; por el tono de las amenazas, contadas por el subdirector Vicente Leñero, Scherer no publicó la información.
Buendía fue asesinato el 30 de mayo y la acusación formal de la autoría recayó en Zorrilla, quien fue encarcelado y sentenciado. Sin embargo, la indagatoria excluyó al titular de Gobernación y jefe directo de Zorrilla, el secretario Bartlett Díaz. Buendía había comenzado a publicar columnas sobre la penetración del narco en el campo y datos sobre complicidades de funcionarios. Minutos después del asesinato, Zorrilla y agentes saquearon la oficina de Buendía y se llevaron notas y archivos.
Bartlett compitió por segunda vez por la candidatura en el PRI en 1999, pero fue derrotado por Zedillo y Francisco Labastida. De consolación le dieron una senaduría, pero a finales de su periodo en 2006 se pasó a las filas de López Obrador.
Bartlett tiene tres activos: su conocimiento de la política oscura, sus informaciones de personajes del régimen y su falta de escrúpulos en el ejercicio del poder.
Política para dummies: En la política del poder, ajuste de cuentas es sinónimo, no antónimo.
@carlosramirezh