Cortinas de humo
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de septiembre de 2017.- Quince jóvenes ejecutados en una sola acción son demasiados muertos para dejarlos pasar y tomarlo como algo normal. Fue este martes en Chihuahua, donde ya se habían erradicado las masacres colectivas.
Un grupo de hombres armados con rifles de asalto llegó al centro de rehabilitación Uniendo Familias, en la capital del Estado, y abrió fuego indiscriminadamente contra quien encontrara a su paso y en menos de cinco minutos mató a quince muchachos, entre ellos una mujer.
La insensibilidad del gobierno de Chihuahua atribuyó la matanza a que ese centro de rehabilitación contra las drogas era “guarida” de la “pandilla” de los Mexicles, que son parte del cártel de Sinaloa.
Otra vez las matanzas vuelven a un Estado que ya había sido pacificado en grados razonables. Quince ejecutados y el gobierno de Javier Corral no tiene más argumento que la lucha entre los Mexicles contra los Aztecas.
Esa información, además, es falsa. Como lo admitió el propio Comisionado Estatal de Seguridad, Óscar Aparicio, entre los muertos hay víctimas que no pertenecían a pandilla alguna, sino que estaban ahí para rehabilitarse del consumo de drogas.
Si sabían que ahí era “guarida” de una pandilla, ¿por qué no actuaron antes?
No hay argumentos para defender o justificar esa masacre.
Chihuahua ya había dejado atrás esa etapa y desde hace más que un lustro que no se registraban matanzas colectivas.
Javier Corral, el gobernador de Chihuahua, es la muestra más clara de que se necesita preparación para un cargo de esa naturaleza.
Él está preparado para debatir, acusar, denostar y hacer declaraciones tronantes, pero no para gobernar.
Los muertos llegan otra vez a las calles de Chihuahua y Juárez y ante eso sólo hay discursos y promesas. Promesas como las que hizo cuando le asesinaron, en la capital del Estado, a la periodista Miroslava Brecht, hace exactamente 190 días. Y nada.
Corral necesita entender que la vanidad en política se vale para asuntos menores, pero no cuando se trata de temas delicados de gobierno, como es cuidar que no regrese la violencia en los grados que estuvo hace años atrás.
Los desplantes personalistas no sirven para gobernar. Al menos no a un estado como Chihuahua.
Gobernar es complejo y se requiere prudencia, humildad y mucho trabajo sin distingos políticop.
Pero Corral como quiere ser figura nacional antes siquiera de haber dado resultados en su entidad, está metiendo a Chihuahua un pozo obscuro del que en buena medida ya se había librado.
Tal vez su antecesor era un pillo, según dicen las acusaciones del propio Corral, pero se habían terminado las matanzas gracias a la colaboración de ese gobernador con dos administraciones federales distintas, la de Felipe Calderón y la de Enrique Peña Nieto.
Y Corral, ¿con quién se entiende? Con el espejo. Vanidad de vanidades, dice algo tan antiguo como el Eclesiastés.
Chihuahua ha vuelto a las matanzas, como la que ocurrió el 3 de septiembre de 2009, cuando 18 muchachos fueron ejecutados en el centro de Rehabilitación “El Aliviane”, en Ciudad Juárez.
O la del 31 de enero de 2010, en Villas de Salvárcar, donde fueron asesinados a sangre fría 16 jóvenes.
Ahora esta matanza en la capital de Chihuahua ha pasado casi desapercibida en el ámbito nacional, porque estamos ocupados por los muertos por los sismos y sus consecuencias.
Pero no pueden quedar impunes cuando son el producto, entre otras cosas, de la arrogancia de un gobernante que no quiere corregir.