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OAXACA, Oax., 30 de diciembre de 2018.- Durante el transcurso de Cuarta Transformación, la relación de las naciones mexicanas (antes indígenas) con el Estado, tiene que ir precisándose, acomodándose de cara a los derechos que las leyes les determinan, tanto en el ámbito nacional como internacional. Aquí apuntamos algunos puntos muy concretos.
Lo primero que se debe esclarecer con precisión, cuáles son los límites de la autodeterminación de las naciones mexicanas respecto al Estado y del Estado respecto a las mismas naciones.
Si esto no se precisa, ambos sujetos jurídicos tratarán de invadir los espacios correspondientes. Desde sus inicios el Estado mexicano ha abusado de su fuerza para oprimir a estas naciones y éstas a la vez han reclamado por la vía pacífica y violenta sus derechos y tratando de imponer los límites al Estado.
La libertad de las naciones mexicanas, tiene que ver entonces, con los límites que debe tener el Estado respecto a las mismas y viceversa. Como las personas pertenecientes a las naciones mexicanas, a pesar que en algún momento de nuestra historia fuimos mayoría, hemos sido tratadas siempre como minorías, de aquí resulta que se nos ha sometido a la voluntad de la mayoría, considerado esto como democrático, por tanto no había materia que reclamar. Se nos concedió sólo el derecho de “patalear”.
Con esta regla de la democracia, el grupo dominante siempre nos ha tenido con la bota en el cogote. No se ha entendido que la democracia es el gobierno de la mayoría pero respetando a la minoría. En este contexto, me permito compartir con ustedes un concepto de democracia que creo podemos acordar, que para mi gusto resuelve el problema de la mayoría y de su relación con las minorías:
La democracia, en mi opinión, se entiende mejor como un modelo para organizar el ejercicio colectivo y público del poder en las principales instituciones de una sociedad sobre la base del principio de que las decisiones que afectan al bienestar de la colectividad pueden ser consideradas como el resultado de un procedimiento de deliberación libre y razonada entre individuos y colectividades tomados como iguales desde el punto de vista moral y político (Benhabib. Las reivindicaciones de la cultura: igualdad y diversidad en la era global. Edit Katz, B. A. 2006).
En este sentido, los colectivos, gobierno federal o de las entidades federativas y las naciones mexicanas deberán deliberar y acordar bajo el principio de igualdad y de reconocimientos de los derechos.
La máxima controversia política, económica, social y cultural se debe dar en la esfera pública, hogar de la democracia por excelencia. Lo triste del caso, es que la presencia de las naciones mexicanas en la esfera pública ha sido mínima. Un primer requisito, entonces, de la nueva relación, es que ganemos el espacio público como política de reivindicación de nuestros derechos. Ganar los espacios en los medios y en la difusión de nuestro ser es una necesidad política. Tenemos que traducir en deliberación y en acuerdos la tiranía y la colonialidad de la mayoría.
Un segundo paso consiste superar los prejuicios que nacen de la relación. El Estado siempre ha considerado a las naciones mexicanas, desde el origen, que prevalece, como naciones bárbaras, atrasadas, premodernas, pobres, vulnerables, de aquí nace el despotismo del grupo dominante y su actitud de conmiseración cristiana, nos ven como criaturas a proteger, conservar, atender.
Esta consideración de desvalidos ha mediatizado a las naciones, nos ha enajenado y limitado nuestras potencialidades. Al Estado le conviene conservarnos de esta manera para asegurar su dominio y manejo para fines de su legitimidad.
El paso decisivo es liberarnos de esta política de dominación, recobrar nuestra dignidad, apelar a nuestra historia, a nuestra identidad, tan solo habría que recordar que Monte Albán fue una nación que trajo civilización en Oaxaca durante más de mil años, somos civilizaciones con gran potencia para transformar este país.
Queremos sentarnos con el gobierno federal y de los Estados, de igual a igual, para plantearnos un futuro promisorio, de libertades, justicia, de igualdad y de derechos, somos alternativa no problema.
Durante muchos años se nos ha considerado como la cuestión, el asunto indígena, para desgracia nuestra. Solamente podemos superar nuestra condición de colonización, colonialidad, mediante la discusión libre y en condiciones de igualdad.
Como una tercera condición de esta relación, consideramos necesaria que en el espacio público, expresemos nuestra verdad, no la verdad del grupo hegemónico, abrir el debate se hace necesaria.
La verdad del otro se nos ha impuesto, sea en forma de ideas religiosas, jurídicas, políticas, económicas, sociales, nuestra verdad se toma como antropología, como reminiscencia de épocas superadas, como no verdades, más como mitos y tradiciones que como conocimiento, ciencia, cultura alternativa.
Es hora de que en el espacio público expongamos nuestra verdad como un ejercicio democrático. ¿Será posible esto en la Cuarta Transformación?