Diferencias entre un estúpido y un idiota
OAXACA, Oax, 17 de mayo de 2020.- En tiempos de crisis, no cabe duda, los gobernantes deben ser eficaces, es decir, alcanzar el objetivo a toda costa. A los ciudadanos no les importa el cómo, quieren salir de la crisis y gozar de las libertades perdidas.
La gente no pide que sean eficientes, es decir, que alcancen los objetivos, con el empleo de mínimos recursos, esto se exige en tiempos de normalidad. En tiempos de apremio, se exige prontitud, sin muchas explicaciones, sin excusas. El gobernante tiene metas y objetivos que tiene que cumplir sin reparo alguno.
Además de lo anterior, si es posible, se les pide que sean serios, generosos de espíritu, sinceros, honrados y bondadosos, que no sean arbitrarios, déspotas, sordos y necios.
Si es serio, no se ganará la insolencia de la gente, el respeto de los ciudadanos es un fin que debe alcanzar todo gobernante; si es generoso, es seguro que lo ganará todo, será amado más que temido; si es sincero, se ganará la confianza de su pueblo, esto vale oro, perder la confianza del pueblo es irrecuperable, es la perdición del gobernante; si es honrado, logrará sus objetivos y sueños, pervive en la historia y en el pensamiento de los ciudadanos; si es bueno, le servirá el pueblo y cada uno de los ciudadanos, la proximidad es la regla de su actuación.
Por si fuera poco, no basta con lo anterior para ser un buen gobernante, debe además: ser respetuoso con sus superiores, amable con el trato con la gente y ser justo en el ejercicio de sus funciones. Todo esto lo hace un gobernante superior. Por eso es tan difícil ser un buen gobernante.
Pero el mundo está infestado por gobernantes y políticos inferiores, son la regla y no la excepción. En Oaxaca existe una palabra exacta para definir a este tipo de políticos: chocantes. Es decir, que son antipáticos, fastidiosos, presuntuosos, indignos, impropios, inaguantables, déspotas, racistas, serviles con sus superiores, nada humildes.
El político superior siempre piensa en el cumplimiento de la ley, es su norma de conducta, se apega a ella como lapa, deja de lado sus pasiones por la frialdad de la ley, el inferior, en cambio, siempre piensa en los favores que puede obtener, en la riqueza del que puede gozar, le domina el amor propio, el amor consigo mismo, en cambio el político superior, le domina el amor de sí, es decir, el amor hacia los demás.
Regularmente, quien actúa siempre en su propio beneficio, será objeto de murmuraciones y críticas, no lo podrá evitar, pero regularmente no le importa, paga grandes sumas para evitar la crítica, a veces no le importa ser motivo de escarnio, pues se ha vuelto un cínico.
El político superior es un hombre que se prepara y se forma para lo justo, siempre su actuación está entre balanzas, entre equilibrios, evita los extremos, en cambio, el político inferior, siempre será extremoso, es su campo natural.
El político superior es siempre afable, el inferior mezquino y adulador. El afable, posee una digna naturalidad, muy alejado del orgullo, se recuerda al Presidente Cárdenas que siempre comía con los indígenas en cuclillas, no hacía falta la mesa, el político inferior, requiere de la mesa de honor, requiere de la diferencia, de la distancia, como los monarcas medievales.
Ah, el político superior, es muy cuidadoso con las palabras, se recomienda que no siempre hable de lo que piensa, sus palabras mal dichas le pueden avergonzar, se puede arrepentir de esta conducta. El arte del buen decir es signo del buen político.
El político siempre busca espacios de poder, está en su naturaleza, sin embargo, no le debe preocupar no tener ese espacio, sino que le debe preocupar cómo prepararse, cómo formarse, para merecer ese espacio. Lo mismo, no le debe preocupar no ser conocido, sino que tiene que merecer para que se le conozca. Así las cosas.