Cortinas de humo
OAXACA, Oax., 31 de agosto de 2020.- Tuvo lugar en días recientes el Foro Semestral (virtual) de la Red de académicos y profesionales que le da seguimiento a la evolución de los derechos, la democracia y el desarrollo (3D) en México.
En esta ocasión, el Foro contó con el respaldo institucional y técnico de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca.
Las 27 conferencias y ponencias que se presentaron giraron en torno a tres ejes temáticos: derechos entre normas y realidades; democracia entre Constitución, poderes y pueblo; y Desarrollo entre economía, tecnología e instituciones o cultura.
Destaco por ahora las principales ideas expuestas por los tres conferencistas.
El doctor Dong Nguyen, consultor internacional, defendió el modelo democratico pluralista al que caracterizó como una dinámica de frágiles equilibrios entre el pueblo electoral, el pueblo social, el pueblo del estado y el pueblo mediático.
Esos diferentes conglomerados interactúan e influyen unos sobre otros pretendiendo imponer sus valores y visiones, incluidas prácticas culturales consideradas positivas (respeto, diálogo, tolerancia y paz) o negativas (corrupción, racismo y discriminacion).
Las constituciones y las instituciones (derechos y división de poderes, soberanía, elecciones, juicios y sentencias) funcionan como mecanismos que esos pueblos acuerdan para evitar el desbalance extremo y, más bien, tratar de estabilizar y mediar sus conflictos.
El doctor Luis Gonzalez Placencia, rector de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, enfatizó que la crisis de la época y la lógica de la evolución capitalista y lineal de la modernidad de los últimos cinco siglos están en crisis.
En su más reciente fase, conocida como la etapa de la «racionalidad neoliberal», la modernidad debilitó o destruyó varios de aquellos mecanismos de mediación entre clases (o pueblos) y agudizó la polarización económica, social y política.
Entre otros efectos, delimitó aún más los espacios y bienes de que gozan los grupos privilegiados, por un lado, y aquellos en los que luchan las antiguas y nuevas servidumbres de operarios, mientras que en el sótano sobreviven los discriminados y excluidos, por el otro.
La pandemia por Covid-19 ha mostrado la debilidad de los sistemas de seguridad social (salud, educación y pensiones, por ejemplo), debilitados por la privatización y la hiper mercantilización aconsejadas por la referida «racionalidad neoliberal».
Empero, ante los abusos de esta razón hiperindividualista y tecnocrática, los populismos llamados «posneoliberales» tampoco están logrando restablecer aquellos mecanismos o
garantías de mediación y, peor aún, podrían hacerlos más disfuncionales al incurrir en sus propios excesos.
En todo caso, la incertidumbre presente y futura nos obliga a arriesgarnos a cambiar nuestros conceptos y prácticas para aceptar un mundo posmoderno más plural, diverso y corresponsable, en el que el principal problema es estar dispuesto a disminuir o renunciar a los privilegios propios.
En mi turno, tan solo me permití recordar que la legitimidad de las constituciones, que significan la principal mediación o garantía entre pueblos y poderes dentro o fuera de las fronteras de un país, solo es posible si se cumple de manera efectiva con la expectativa de los derechos fundamentales individuales y sociales.
Esto incluye los derechos de participación política (electorales) y los derechos civiles (expresión, propiedad, seguridad, trabajo, justicia) pero también los derechos colectivos y los mínimos vitales para todas y todos.
Estos últimos comprenden ingresos, alimentos, agua, salud, vestido, vivienda, ecología, identidades, cultura, bienes comunes, derecho al pasado, presente y futuro.
Coincidimos en que no hay derechos sin obligaciones y que el principal e inmediato deber es con uno mismo y con los demás del entorno inmediato, así como con quienes interactuamos en las instituciones sociales (clubes y organizaciones) y políticas (gobiernos, partidos, sindicatos, empresas).
De la autoconciencia de la dignidad entre humanos y la activa atencion a la integridad de la naturaleza de que formamos parte dependen en buena medida nuestra actuación coherente con los principios y el cultivo y distribución equitativa de bienes básicos que nos permitan preservar los balances indispensables para lograr vidas sostenibles. Ya no hay mss tiempo que perder.
Los riesgos de hoy y la incertidumbre del porvenir son mayúsculos para todos, sobre todo para la mayoría de mujeres y personas vulneradas y excluidas por la dinámica económica, revictimizadas por la pandemia persistente.
Mantengamos voluntades firmes y coordinemos inteligencias para que nuestra capacidad de acción colectiva consciente permita superar tales retos.
Habrá que reorientarse a la moderación y la adaptación, a la dignidad y la integridad, al esfuerzo libre, igualitario y cooperativo, y a la promoción y garantía de los mejores valores que hemos construido juntos.