Llora, el país amado…
CIUDAD DE MÉXICO, 17 de julio de 2018.- La descentralización de las secretarías de estado no es para dar más eficacia a la administración pública, ni para “descentralizar” al gobierno, sino para otorgarle mayor poder al presidente.
Y traerá, de inmediato, problemas sociales en los estados y desempleo ilustrado. Se propone el próximo presidente eliminar el 70 por ciento de los empleados de confianza en el gobierno.
Sí, el 70 por ciento. Eso quiere decir que 194 mil 805 funcionarios públicos se van a ir a la calle.
Hay un total de 278 mil 293 servidores públicos considerados de confianza. El 70 por ciento son 194 mil 805.
Tales porcentajes no son números en abstracto, sino personas, con familia que mantener.
Y son los que tienen el conocimiento de cómo funciona el gobierno. No son burócratas mil usos, como se considera a algunos sindicalizados, sino los que llevan las riendas de las secretarías.
Es cierto que hay muchas subsecretarías y es preciso reducirlas. Pero echar a la calle, de golpe o gradualmente, a 195 mil empleados calificados, va a generar un problema social.
Por ejemplo, comentaba en un programa de televisión Jorge Fernández, todos los policías federales son de confianza. ¿Para afuera el 70 por ciento? Vamos al meollo político.
¿En qué ayuda, por ejemplo, que la secretaría de Agricultura se vaya a Sonora? ¿La de Trabajo a Guanajuato? ¿La de Educación Pública a Puebla?
No le sirve ni a los estados ni a los empleados que se van a trasladar.
Le sirve, y mucho, a la concentración del poder presidencial.
Sí, la mayoría de los votantes (poco más de un tercio del padrón) votó por un cambio profundo, pero este cambio tiende a aglutinar el poder en un solo hombre y a nulificar a los gobiernos estatales.
En Puebla, por ejemplo, tendrán un secretario de Estado poderoso en la entidad. El de Educación.
Y además Puebla va a tener a un Coordinador Estatal de Programas de Desarrollo, nombrado por el presidente, que va a concentrar los poderes y funciones de todas las secretarías de la federación en esa entidad.
¿Qué papel va a jugar el gobernador de Puebla, con una secretaría federal en su entidad, y un Coordinador que será representante del presidente y adversario político suyo, encargado de coordinar los programas de desarrollo?
Adiós al poder de los gobernadores en sus estados, pues éste va a pasar a manos del presidente a través del Coordinador impuesto por él y por un secretario de Estado, con todo y personal, despachando en su entidad.
Es cierto que a raíz de las malas experiencias con gobernadores recientes que abusaron de su encargo y saquearon las finanzas públicas, el federalismo ha perdido su encanto.
Pero concentrar todo el poder en una sola persona, el presidente de la República, es un riesgo para la democracia y la pluralidad.
¿No importa? Díganlo. Y será realidad lo que hemos venido diciendo sobre ese proyecto, desde hace años, en este y otros espacios.
Además está el factor humano, que no han tomado en consideración los que se dicen muy de izquierdas y actúan como insensibles neoliberales.
¿Les van a decir a cientos de miles de personas (en la administración pública hay un total de un millón 254 mil 491 personas. Repito: personas), que se tienen que ir a vivir a Chetumal, a Querétaro o a San Luis Potosí?
En los gobiernos dictatoriales es fácil, pero en una democracia no.
Una señora que trabaja en Agricultura le tendrá que decir a su marido que renuncie a su empleo para que se vayan con todo y niños a vivir a Ciudad Obregón:
¿Allá los va a recibir con los brazos abiertos (a miles), o volverá la frase de “haga patria, mate un chilango?
Ningún problema van a solucionar y sí van a crear muchos.
¿Para qué, entonces, si no va a ser más eficaz la secretaría de Medio Ambiente o la de Economía por trasladarse a un estado, realizan esos movimientos?
Todo es para concentrar más poder en la federación. En el titular del Ejecutivo federal, pues.