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Trump no puede romper escudo de seguridad nacional de México
El viento del cambio sopla directo
En la cara del tiempo
Como un viento de tormenta que hará sonar
La campana de la libertad
Kluas Meine (Scorpions)
Antes que nada, he de reconocer que me negaba a escribir sobre política, por razones personales que tienen que ver con temas que van desde los chapulines convenencieros hasta las decisiones patrimonialistas de las dirigencias de los partidos de “oposición”.
El resultado de estas elecciones, si bien no es hoy oficial, no tiene reversa. Ganó Claudia Sheinbaum y ella será la presidenta de México durante los próximos seis años. Y, hay que decirlo, ganó muy bien; con un margen que ronda en los treinta puntos porcentuales. Indiscutible.
Y, ¿por qué me dio por escribir sobre política? Creo que, a estas horas del lunes 3 de junio, sin mirar otra cosa que los resultados de los conteos rápidos y el avance del PREP, es tiempo de reflexionar, desde mi punto de vista absolutamente ciudadano, sobre lo sucedido.
No quiero caer en las explicaciones de culpas y culpables. De eso se encargarán los analistas políticos. Me parece que cada candidata y cada candidato hicieron lo que quisieron o pudieron hacer y ganaron aquellos que la mayoría quiso que lo hicieran.
No hay que buscarle más. Todo lo que se quiera argumentar sobre una elección de estado, sobre el uso de los programas sociales o sobre la participación de otras fuerzas oscuras se derrumba ante la fría evidencia de los números. Seis de cada diez mexicanos prefieren que Morena siga en el gobierno; tres, si, tres de cada diez votaron por los partidos de siempre y uno entre diez prefirió la opción de Movimiento Ciudadano.
Mi lectura es muy sencilla: del lado del obradorismo existe una enorme capacidad para entender los reclamos de las mayorías mientras que el lado opositor se quedó en la lectura de sus propias convicciones de lo que deberían ser, para ellos, las demandas populares.
Cualquier otra explicación o justificación pasaría por desconocer prácticas que vienen de muchos años de una democracia que no termina por consolidarse.
Soplan nuevamente fuertes vientos de cambio. Que sean para bien es la esperanza de todos.