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Oaxaca, Oax. 24 de septiembre de 2012 (Quadratín).-Signos que irrumpen en la piel de la noche, estruendos que acompañan la algarabía de los días, la audacia de mujeres que tienen por oficio librar batallas entre pólvora y fuego, son algunas de las imágenes que la sensibilidad y la lente de Nelson Morales nos obsequia en esta exposición titulada Luz Bravía, que desde su quehacer, la fotografía, busca contarle a nuestros ojos las historias que se tejen y se anudan junto al carrizo.
Escribir con la luz y hacer de esto un arte, requiere talento, dedicación, educar a los ojos para reconocer la imagen precisa antes de dar el click, macerarse en la humedad del tiempo, tomar una y mil fotografías, borrar muchas, tirar más, hasta lograr la foto deseada, esa que habla sin decir palabra alguna, esa que puede transportar al espectador a los mundos que el fotógrafo nos ha querido revelar.
Este es el arte de Nelson Morales, originario de Unión Hidalgo, quien como un pescador que se arroja al mar y extiende sus redes para atrapar peces que habrán de convertirse en un deleite al paladar, se ha lanzado al universo de la pirotecnia, para extender su mirada y atrapar imágenes que habrán de convertirse en un deleite para nuestro espíritu y recordarle la belleza de la luz, el fuego, el estruendo, que le acompaña en las ceremonias más importantes de la vida y de la muerte.
En las misas en honor a algún santo, en las conmemoraciones de los difuntos, en las velas, en los festejos del pueblo, en los cumpleaños, en las bodas, en eventos culturales y hasta en actividades políticas, la pirotecnia está presente, sea en su forma de erguidos cohetes, de pequeñas bombas redondas, de rectangulares tiempos, de altos castillos o de elegantes toritos, ahí está, como un elemento que llama a la celebración, que convoca a la gente, qua anuncia los distintos momentos de las ceremonias y por ello se ha vuelto imprescindible en nuestros rituales.
Basta una pequeña chispa para hacer estallar fuentes de luz, sonidos que anuncian la celebración, lluvia de luciérnagas incendiadas que nos caen del cielo, círculos de fuego que giran y giran mostrando su fuerza, toritos de carrizo que celebran imprevisibles coreografías en una danza de fuego, conducidos por los cuerpos que se alternan bajo su estructura según el calor los vaya venciendo.
Aquí el ojo y la lente de Nelson Morales nos revelan también otra historia, los cambios que han ocurrido en la actividad pirotécnica, que anteriormente era considerado un oficio de hombres, pero el paso del tiempo o quizá la necesidad de un sustento y la valentía de las mujeres, las ha llevado a hacer de la pólvora, el carrizo, el mecate y el fuego, sus principales herramientas de trabajo.
Dedicadas ahora a la pirotecnia, estas mujeres son luz bravía que reta a la oscuridad del cielo y de la vida, no sólo elaboran los distintos juegos y formas que habrán de sonar e incendiarse, guían también el fuego, lo controlan, lo hacen su amigo, su compañero, danzan con él cuando reemplazan a los varones bajo el torito, se vuelven un estallido de luz en las fotografías de Nelson y nos recuerdan que debemos hacer algo para mantener la calidez del fuego en nuestro corazón.
Nota de Irma Pineda