Economía en sentido contrario: Banamex
OAXACA, Oax. 11 de abril de 2019.- Fray Bartolomé de las Casas en su enciclopédica obra La Apologética Historia Sumaria realizó, -de acuerdo al modelo aristotélico de una sociedad idealmente perfecta-, un profundo y acucioso estudio comparativo de la civilización mesoamericana con las grandes civilizaciones de la humanidad y concluyó que la mesoamericana alcanzó mayores niveles de perfección. (UNAM. Instituto de Investigaciones Históricas. México, 1967).
Siglos después, a finales del XX, en 1990, vino a México un rey precedido por su bien ganada fama democrática, Juan Carlos I, por no haber respaldado el golpe de estado español encabezado por el teniente Coronel Milán de Bosh en febrero de 1981.
Su visita a Oaxaca, el estado con el mayor numero de grupos étnicos de México, despertó una natural controversia, que Oaxaca superó ciñéndose a las reglas de su proverbial hospitalidad.
El 13 de enero de 1990, el rey Juan Carlos I de España se reunió en Teotitlán del Valle con los representantes de los 16 grupos étnicos de Oaxaca y pronunció un discurso en el que, entre otras cosas, expresó: “El propio Rey Carlos V hizo observar enérgicamente a Hernán Cortés que «Dios Nuestro Señor creó a los indios libres y no sujetos a servidumbre».
Claro que la prudencia y la ecuanimidad de los monarcas fue, a menudo, lamentablemente desoída por ambiciosos encomenderos y venales funcionarios que, por la fuerza, impusieron su sinrazón”, reconociendo las graves violaciones ocurridas durante el proceso histórico de la invasión.
Más adelante, -con gran espíritu conciliatorio-, señaló lo siguiente: “Bartolomé de las Casas fue capaz de concebir y ejercitar una seria, coherente y honesta actitud intelectual ante el mundo indígena; y esto es algo que debería servirnos de modelo y pauta a cuantos –como hoy nosotros aquí,- nos acercamos a vuestro mundo con respeto y admiración. Porque difícilmente podremos entendernos, difícilmente podremos hacernos comúnmente inteligibles, si no somos capaces, unos y otros, todos en conjunto -y sin perder ni un ápice de nuestra identidad- de ser tolerantes, abiertos y transigentes; si no somos capaces, al mismo tiempo, de ser tan generosos para dar como para recibir, los unos de los otros, porque todos nos necesitamos solidariamente”.
Por su parte, el actual presidente de México ha sostenido que es necesario reconocer los innumerables agravios producto de la invasión, porque “… no se puede celebrar ninguna conmemoración sin ir antes a una reconciliación”, y propone diseñar una hoja de ruta hasta el 2021, para convertirlo en el año “de la gran reconciliación”, convocando a un grupo de mexicanos, mujeres y hombres, de todas las expresiones del pensamiento para que vayan preparando esta acción conjunta de reflexión que “…queremos llevar a cabo con España y con la Iglesia católica”.
Extraordinaria y coincidentemente, el rey Juan Carlos hizo una propuesta similar en su discurso de 1990 en Oaxaca: “En 1992 conmemoraremos el V Centenario del encuentro de nuestros dos mundos.
Quisiéramos firmemente que tal conmemoración tuviera un claro sentido constructivo, del que participaran –desde la buena fe más transparente y el más acendrado espíritu de cooperación- tanto vuestros pueblos en particular, como el pueblo mexicano en general y todos cuantos hemos asumido el compromiso de dar al evento un contenido de futuro que abra nuevos horizontes.
En su virtud, permitidme que os convoque a aprovechar plenamente las conmemoraciones para, a su socaire, suscitar entre todos una reflexión abierta, valiente y estimulante a fin de que vuestros problemas que también lo son nuestros, sean analizados con ese enfoque y a su análisis sigan acciones puntuales y concretas de cooperación”.
Fue a tal grado importante este evento en Oaxaca, que dos años más tarde, en 1992, al cumplirse 500 años de la expulsión de los judíos de España ocurrida en 1492, el rey de España fue a Israel a pedirles perdón a los judíos, inspirado en su encuentro con los señores indígenas de Oaxaca, México.
Por su parte, la Carta de AMLO pidiendo que España se disculpe por los atropellos de la invasión a los pueblos originarios, tiene una gran trascendencia porque por primera vez un Presidente de México dice sin eufemismos lo que ocurrió en ese hecho histórico de enormes consecuencias.
Ello no significa fomentar el encono, ni mucho menos desconocer que los hechos históricos ocurridos hace 500 años, forjaron posteriormente lazos indestructibles de sangre, lengua, religión e historia, entre México y España, pero sobre todo, lazos de fraternidad y de entrañable amistad entre nuestros pueblos.
Reconocer los hechos como fueron y ratificar disculpas, ayuda a borrar resentimientos sociales y sentimientos de culpa de ambas partes, para profundizar el mutuo entendimiento entre nuestras grandes naciones, como coinciden en el tiempo el rey español Juan Carlos y el actual presidente de México.