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¿Lealtad a quién?
México, D.F. 21 de julio 2012 (Quadratín).- Hay algún momento en el que los políticos se convirtieron en administradores y perdieron la noción, el sentido del gobierno. Quizá ocurrió al momento de que la administración pública circunscribe su actuación al reparto de recursos humanos y materiales y se olvida del sentido de la gobernabilidad.
Al ganar las elecciones, el equipo o los equipos del candidato priista triunfador, Enrique Peña Nieto, están listos para administrar, pero no para gobernar. Tan es así que el ganar la contienda electoral los dejó atónitos o pudo ocurrir que quedaron tan cansados y exhaustos que han decidido tomarse las vacaciones merecidas hasta que Peña Nieto tome posesión del cargo de presidente de la República, el primero de diciembre próximo. De otra forma no se entiende la poca actividad de la clase política priista.
Respetuosos de la ley, los políticos que aspiran a ocupar puestos en el próximo gobierno están a la espera que llegue la fecha para tomar posesión y empezar a administrar. De gobernar, después hablamos. El escenario político-mediático es ocupado, fundamentalmente, por la lucha legal y extra legal que encabeza el candidato perredista perdedor, Andrés Manuel López Obrador. La atención política se centra en lo que piense, diga o haga puesto que la inactividad o la parálisis se apoderó del priismo.
Un analista cuyo nombre pidió mantenerse en reserva, sostiene que el priismo debiera espabilarse y entender que, al ganar las elecciones, está obligado a procurar la gobernabilidad más allá de asumir la administración gubernamental. Los equipos del candidato ganador podrían ya estar en contacto, de acuerdo a las distintas especialidades o audiencias políticas, económicas o sociales, para construir los acuerdos y compromisos de gobierno, que se asumen desde ahora.
Para ello, por supuesto se requiere estrategia, programa y una acción consistente, prudente y cotidiana. No es menester que llegue el mes de diciembre para empezar a gobernar. El desgaste al que se ha sometido, en lo personal, a Peña Nieto como al priismo se origina en su propia inactividad, en el abandono de la actividad política, no la meramente administrativa.
Esto se gesta de forma paralela a los afanes de Andrés Manuel López Obrador de invalidar la elección, ahora con las premisas de que la presidencia no se compra y el destino de México no tiene precio, con un Plan Nacional en Defensa de la Democracia y de la Dignidad. Hoy -asegura el perredista– no se prevén la realización de movilizaciones ni plantones, sino que, según presumió, será una campaña informativa en spots y en diversas asambleas. Este Plan está enfilado a reforzar la demanda de la coalición del Movimiento Progresista para anular la elección presidencial por la presunción de la millonaria compra de votos mediante operaciones tipificadas en la ley como delito de lavado de dinero por parte del PRI. ¿Lo conseguirá? Porque, para el PRI no existe una sola impugnación seria o prueba de que durante la reciente contienda electoral se haya realizado algo indebido.
Jesús Murillo Karam fue el vocero encargado quien, categórico, señaló que no hay manera de invalidar la elección del pasado 1 de julio; Enrique Peña Nieto llegará con toda la legitimidad a la Presidencia y sobre los predecibles rumores de nombres para incluirse en el gabinete de Peña Nieto, el propio Murillo Karan ya lo dijo: no hay fundamento, ni sustento para pensar en que él podría ser el próximo secretario de Gobernación. No tiene ningún sustento, tengo bastante chamba ahorita y bastantes cosas en que preocuparme como para especulaciones, no hay ningún fundamento. No hay nada para pensar en eso, dijo el también ex gobernador del estado de Hidalgo.
Según los trascendidos, Miguel Ángel Osorio Chong sería ubicado en la Secretaría de Desarrollo Social. Mientras que para la Cancillería cuentan que quien se anda promocionando es Beatriz Paredes, aunque quien más suena es Pedro Aspe, aquel que fuera secretario de Hacienda con Carlos Salinas de Gortari. A Luis Videgaray, ya lo miran en la Oficina de la Presidencia, aunque todo esto es solo una imaginaria. La última palabra para estos cargos y nombres la tiene únicamente el virtual presidente electo de México, Enrique Peña Nieto.
Los hechos revelan que la parte administrativa, está resuelta, aunque no es suficiente para procurar, construir y alcanzar gobernabilidad. Los afanes de negociación de los grupos de poder están desatados, lo que exige de parte del equipo ganador una mirada más allá del reparto de posiciones, puestos y cuotas. Del PRI se espera no solo capacidad para administrar sino, fundamentalmente de gobernar.