
Mantiene SSPO activo el Plan de Apoyo a la Población en el Istmo
Oaxaca, Oax. 04 de marzo de 2013 (Quadratín).- Anclados en una hilera, se observan desde las ventanas del salón de sesiones de la municipalidad de Ringkøbing, en la costa este de Dinamarca, más de 20 pequeños barcos pesqueros en el embarcadero congelado. Más allá, a kilómetros, en un pedazo de tierra tres molinos de fabricación Vestas se alzan en línea recta. Mogens Pedersen, director del municipio, las señala como parte de los 250 aerogeneradores marcados en un mapa de la zona, localizados en 30 puntos autorizados por los habitantes en donde se pueden instalar torres eólicas, fuera de los círculos está prohibido.
En esta población gélida, cuna de la empresa Vestas, están plantados molinos de hasta 150 metros de altura en lugares determinados. Todos fueron previamente consultados en asambleas, explica Pedersen, la parte más difícil de la planificación, pues el proyecto general de los parques requirió de muchas consultas, en donde se escucharon las opiniones de los ciudadanos y se fomentó la democracia.
Este municipio danés impulsó de manera masiva la generación de energía eólica desde hace décadas, aunque en 1974 Vestas empezó a fabricar molinos en Ringkøbing. En el 2007 el 20 % del consumo de energía de los 57 mil habitantes provenía de la fuerza del viento. En el 2011 pasaron a un 37 .7 % consumo de energía eólica, para el 2020 tienen proyectado ser auto productores.
Para los daneses, la experiencia es benéfica, porque cuentan con reglas claras en materia ambiental, legislativa, política y social, desde el espacio local. Además, históricamente Dinamarca se ha enfocado en las energías eólicas, porque no tiene mucha materia prima en el subsuelo, pero sí mucho viento, sobre todo Ringkøbing, por eso todos los esfuerzos están centrados en sacar provecho de éste.
Mogens Pedersen explicó que antes de comenzar el proyecto eólico en Ringkøbing realizaron una planificación o proceso de ideas. Después identificaron 85 puntos posibles de plantación en todo el territorio. Luego de esto comenzó el debate. Los ciudadanos determinaron que sólo 30 lugares eran factibles, por varios motivos, el más importante, la no afectación del espacio natural.
La municipalidad también entró a la fase de consulta en cada uno de los terrenos edificables, se elaboraron planes locales y de impacto ambiental.
No colocamos molinos sin considerar la crítica, siempre analizamos distintas cosas porque tenemos muchas áreas protegidas por la Unión Europea. No colocamos en reservas naturales, también evitamos colocar en lugares cercanos a sectores residenciales, aeropuertos, iglesias, tampoco en playas donde se bañan las personas. Buscamos que se vean estéticos en el paisaje, por eso optamos que se coloquen en una sola hilera, explicó el funcionario danés.
La experiencia en este país, es la apuesta por un futuro amigable con la naturaleza, por eso ponen mucha atención a los impactos. Nunca han tenido un derrame con las torres pues utilizan los más modernos molinos. No se afecta a los peces ni a las aves. La crítica más fuerte la recibieron de algunos ciudadanos que consideraban molesto el ruido que producen los aerogeneradores, por eso determinaron como regla general; mínimo una distancia de cuatro veces el tamaño del molino, alrededor de 600 metros, entre un aerogenerador y la primera vivienda en una zona habitacional.
Los parques eólicos son productivos económicamente para los constructores, la municipalidad lo sabe, por eso decidieron, además de la obtención de un porcentaje de la energía para el consumo de ocho mil viviendas vacacionales, el 20 % de las acciones de los molinos pueden ser comprados por los vecinos cercanos al parque, los vecinos se organizan y son socios, en algunos casos hasta plantan su propio molino eólico para consumo personal.
Otra regla que establecieron en Ringkøbing es que las empresas eólicas le otorgan a la municipalidad, por cada molino instalado, 250 mil coronas, alrededor de 460 mil pesos, que son destinados a proyectos ecológicos que benefician a la comuna.
En un país donde se privilegia el respeto al espacio natural, donde sus ciudadanos son vigilantes de sus gobernantes y sus leyes, donde las reglas legislativas y políticas favorecen el desarrollo de energías renovables, donde la democracia se practica con cada proyecto, donde se privilegia la colectividad, los parques eólicos son más que viables.
Altivos peinan el paisaje ístmico. Desde cualquier espacio geográfico se pueden observar hacinados. El visitante los puede ver bajando las montañas de los Chimalapas, caminando por la planicie de Chiapas, por los declives de la zona húmeda, hasta navegando por el mar de los huaves y zapotecas. Saturan desde hace seis años el panorama natural.
A pesar de contar con más de mil aerogeneradores, el Istmo, Oaxaca y México, están en pañales en materia de energía eólica, en leyes reguladoras de las energías renovables, en una cultura por el respeto ambiental.
En 1996 comenzó en México el primer ejercicio eólico con el proyecto piloto La Venta I de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) con siete molinos de 18 metros cada uno, precisamente en el Istmo de Tehuantepec. A 18 años de distancia, en todo el Istmo existen cientos de molinos plantados en tierras ejidales, comunales y privadas. De los 22 proyectos eólicos proyectados en México desde 1994 hasta el 2013 dieciséis de ellos se concentran en Oaxaca.
De acuerdo a Leopoldo Rodríguez Olivé, presidente de la Asociación Mexicana de Energía Eólica (AMDEE), la energía eólica ya es una realidad en México con resultados de crecimiento de mil 400 megawatts al cierre de 2012, es decir, más del 2% de capacidad instalada en el país y con planes para que en un año tal cifra se duplique, y que para el 2020 alcance los 12 mil megawatts, según estimaciones.
En México, los cientos de molinos se instalaron consultando sólo a los dueños de las tierras (privadas, comunales y ejidales), no a todos los habitantes de cada uno de los pueblos donde se colocaron los parques eólicos. Las asambleas se realizaron entre comuneros, entre ejidatarios, entre pequeños propietarios, entre constructores y sindicatos.
En muchos de los municipios no se cuenta si quiera con un mapa donde se señale dónde pueden o no colocar aerogeneradores. No hay un control por parte de las presidencias municipales de cada molino. Son ajenos a los proyectos. Sólo estiran la mano para recibir el dinero por el cambio de uso de suelo.
Los primeros proyectos eólicos se plantaron sin una clara planificación, aunque después de las protestas y manifestaciones de ONGS y dueños de las tierras, las empresas se vieron obligados a concebir mejor sus propuestas. En México tampoco hay órganos internacionales que vigilen los proyectos en operación.
En el país, las autoridades no funcionan como mediadores entre las empresas y el pueblo, siempre toman partido. Tampoco se respeta el espacio habitacional, los primeros parques eólicos en el Istmo se amontonaron cerca de las zonas urbanas afectando el paisaje visual.
En los municipios, el aporte millonario de las empresas se va a las arcas de la administración en turno, supuestamente para la ejecución de obras de infraestructura social, pero está comprobado que parte del dinero termina en manos del presidente, del dirigente sindical o líder político, en algunos casos se reparte entre los dueños de la tierra para evitar conflicto, casi nunca se beneficia a la comuna, ni se diga de proyectos ecológicos.
Hasta el día de hoy ni una empresa instalada ha hecho socio a los ciudadanos con acciones por arriba del 10%, ni siquiera el estado mexicano con las plantas de la CFE, existen interesantes propuestas, pero no se han concretado.
El gobierno federal apenas está pensando en un marco regulatorio que establezca las condiciones para el desarrollo de un mercado eficiente de energías renovables y una competencia equilibrada frente a fuentes tradicionales de energía al aplicarles el valor social y ambiental. Primero construye y luego planea.
Ignacio Navarro Zermeño, subsecretario de Industrias y Comercio de la Secretaría de Economía, expresó en un congreso internacional, que en México, al igual que el resto del mundo, el sector energético se encuentra con tres retos; asegurar el abasto, impulsar el desarrollo económico y promover el cuidado del medio ambiente.
Para resolver estos problemas, explicó, es necesario el desarrollo de una política energética de largo plazo que aunado a un marco regulatorio robusto en materia de energía, pueda crear las condiciones para estimular la inversión en nuevas tecnologías, un desarrollo de mercado y energías limpias que facilite la transición energética hacia una economía baja en calor.
Las empresas eólicas encontraron las facilidades por parte del gobierno federal para instalarse en México, sin previa reglamentación. Los contratos se hicieron entre empresas y propietarios, en otros casos con dirigentes políticos y autoridades. Los beneficios a las poblaciones vinieron después; La Venta es el único caso hasta ahora de un pueblo istmeño que obtuvo un beneficio visible en su infraestructura urbana.
En México la falta de una regulación no permite a los campesinos o ciudadanos poner su propio molino eólico, y aunque existiera, no cuentan con los millones de dólares para adquirir uno, tampoco son beneficiados los pueblos directamente cercanos a los parques eólicos instalados con el consumo de la energía generada, reduciendo así la dependencia en las energías tradicionales y apostarle a la energía eólica, que es amable con la naturaleza.
Foto: ambientación.