Mantiene SSPO activo el Plan de Apoyo a la Población en el Istmo
Oaxaca, Oax., 27 de mayo de 2010 (Quadratín).- Un pueblo de 25 mil habitantes en la frontera de los estados mexicanos de Chiapas y Oaxaca es una de las primeras paradas del tren que lleva inmigrantes centroamericanos en su viaje a Estados Unidos. El tramo es apenas una décima parte del trayecto que deben recorrer, pero a esta altura del camino ya tuvieron la dosis completa de una de las peores torturas posibles: las mafias que extorsionan inmigrantes en complicidad con las autoridades mexicanas.
Ixtepec, es considerada la última caseta de cobro del estado de Chiapas, donde el Instituto Nacional de Migración captura a la mayoría de inmigrantes centroamericanos que tratan de cruzar México en su camino a Estados Unidos.
Para llegar a Ixtepec los inmigrantes tienen que caminar entre siete y nueve días desde que cruzan el río Suchiate, que divide México de Guatemala, hasta que llegan a Arriaga, Chiapas, donde está la estación del tren. Desde allí, son once horas de camino.
A principios del siglo XX la construcción del tren trajo al pueblo una racha de bonanza. Su cercanía con el Istmo de Tehuantepec le daba una situación privilegiada para el comercio. Los bienes iban y venían por Ixtepec y con ellos el dinero. Pero con la construcción del Canal de Panamá, el ferrocarril perdió importancia e Ixtepec volvió a ser el pueblo minero, con poca agricultura y ganadería que era antes.
Años más tarde, con las olas de inmigrantes centroamericanos que se desplazaban a los Estados Unidos, el tren volvió a cobrar importancia e Ixtepec cambió otra vez. El ferrocarril se convirtió en el medio de transporte más eficaz para los indocumentados que buscan cruzar México para llegar al país del norte. Trepados en los techos o escondidos en los vagones entre la carga, tratan de burlar a las autoridades mexicanas.
El refugio Hermanos Unidos es un predio de unos 100 metros de largo y 30 de ancho, con dos naves de techo alto y piso de tierra, a la orilla de las vías del tren, que fue creado por el Padre Alejandro Solalinde Guerra a principios de 2007, rústicas mesas de madera, que funcionan como comedor, y dos habitaciones que albergan a cada indocumentado que llegue.
A falta de un Estado que les garantice una mínima protección, a lo largo del camino aparecen ciertas muestras espontáneas de solidaridad de los pobladores mexicanos, y otras manifestaciones más organizadas, como las de la iglesia católica, que en ciertos puntos ofrece refugio y consuelo, tal es el caso del refugio hermanos Unidos(fotos) que ofrece un techo sin distintivo, ¡eso si¡ los indocumentados con adicciones (foto) se quedan en las vías y ellos son los que sufren por que quieren.
Texto y fotos: Max Núñez