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CIUDAD DE MÉXICO, 11 de julio de 2019.- La cultura lleva implícita la idea del desarrollo humano. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define el término cultura como el “conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico; asimismo, como el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.” Pareciera absurdo hablar sobre la importancia de la cultura, empero, si analizamos que hoy se promueve la intolerancia como política actual de un gobierno tan influyente como el de los Estados Unidos de Norte América, por ejemplo, sobre el tema de la migración masiva a nuestro territorio de caravanas provenientes del centro y Sudamérica, se observa que la sociedad es cada vez más insensible ante la criminalización de los inmigrantes. Esto denota la falta de cultura en las políticas gubernamentales y, por tanto, la cuestión que aquí interesa es de qué forma la cultura debe influir en beneficio del crecimiento económico y moral de los países en desarrollo, como el nuestro.
La idea de cultura no puede ser heterogénea, a decir del gran economista Amartya Sen, ya que puede ser vista como un aliciente en el ejercicio de las libertades fundamentales, lo que implica que deberá incluirse la visión particular de los pueblos y comunidades. En específico, desde la perspectiva jurídica se reconocen los derechos económicos, sociales y culturales (DESC) en materia internacional a través del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966). Dicho pacto, del cual el Estado Mexicano es parte, se refiere a la tutela del interés colectivo, que consiste en la protección de la autonomía de pueblos y comunidades indígenas así como el derecho de los trabajadores, por mencionar algunos sectores de la sociedad generalmente discriminados. Este instrumento internacional tiene como fin obligar a los Estados Parte para que garanticen las condiciones de vida óptimas a sus gobernados, tales como el acceso a la salud, a la vivienda adecuada, a la cultura y educación.
Con base en el documento internacional, el derecho a la educación deberá orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y el sentido de su dignidad. Debe fortalecer el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales. Además de promover la participación activa de la sociedad y la tolerancia entre todos los grupos raciales, étnicos o religiosos.
Desde el punto de vista económico, el debate sobre la cultura se ha implementado en la crítica contra las políticas neoliberales y la globalización, consistentes en el desmantelamiento del Estado con el objeto de disminuir la inversión al gasto público. Lo que ha originado la disminución de los espacios culturales debido a la idea de austeridad.
Por ello, desde principios de los noventa se disminuyó el gasto a las universidades. Lo que fue un grave retroceso para nuestra sociedad, ya que, la historia nos enseña que durante el Renacimiento (siglo XIV-XVI), era que dio fin a la Edad Media donde no se permitía la búsqueda del conocimiento por otros medios que no fuesen la idea de la divinidad. El Renacimiento apoyó el desarrollo de las artes y la investigación, por lo que el conocimiento se propagó por Europa Occidental.
En este sentido, con la cultura, a través de la educación, se reduce la pobreza y la marginación. La UNESCO ha señalado en un documento denominado “Reducir la pobreza en el mundo gracias a la enseñanza primaria y secundaria universal” (2017), que en el mundo la falta de acceso a la educación se relaciona directamente con el aumento de la pobreza.
A pesar de las políticas neoliberales, los países Europeos no olvidaron que la educación es una inversión eficaz a largo plazo para el desarrollo de sus economías. Contrario a lo que sucede en América Latina, donde se construyen más cárceles o empresas transnacionales y menos universidades para generar mano de obra barata. Otro obstáculo de la educación lo es la mala calidad de ésta generada por la deficiencia de servicios en las instituciones como la falta del equipamiento necesario.
En conclusión, a pesar del nivel de desarrollo científico y tecnológico que se supone permitiría mayor promoción de los valores que hemos perdido a la par de dicha revolución científica, a través de la literatura, la escritura, la música y las bellas artes, se ha perdido el humanismo. Por tanto, es inminente retomar que la economía es un medio y no un fin (parafraseando a Kant) para concretar nuestros deseos y satisfacer nuestras necesidades, pero de manera mesurada, sin olvidar que todos merecemos las mismas oportunidades de disponer de una adecuada educación que nos permita el desarrollo integral para resolver los problemas que han implicado su pérdida.